30 diciembre 2008

Por qué escribimos

Y se acaba nomás el año y, aunque lo disfrace con frases de ocasión y supuestas rebeldías inconducentes, hay algo que necesita ser escrito. Y leo a Lucas filosofando el por qué escribir un blog y pienso que las razones o sinrazones de escribir un blog no es la cuestión. No, Umberto. El medio, acá, no es el mensaje.

A veces, el mensaje es el mensaje y la pregunta del millón es, simplemente, por qué escribimos. Por qué escribimos en un blog, en un cuaderno de espiral o en una hoja de diario humedecida, en esa mesa que tambalea en la penumbra de un café desheredado de las avenidas. O esas cosas que escribimos sin ponerlas en papel, mirando por la ventanilla yendo a un pueblo al que nunca fuiste antes.

Esos quizás sean mis mejores escritos: los que nunca llego a escribir porque no traspasan la barrera de la imaginación. Porque así como está el pánico a la hoja en blanco, a la falta de ideas, a la repetición, también hay otro pánico, mucho más inasible y turbador: el pánico a la idea brillante, a la originalidad extrema, a esas poquísimas veces en que hay algo que se desvela sólo para nosotros y se nos entrega ahí, en un instante que debe parecerse al nirvana, pero no sé. Para que me entiendan: hablo de esa curva tan cerrada llegando a Río Cuarto, donde se estrellan tantos autos. O hablo de esa primera noche en que se durmió en tus brazos, después de tanto llorar, porque sintió que tu abrazo era de verdad protector y supistes que eras padre.

Y ahí sospechás que estás muy cerca de conocer un secreto, pero los secretos son algo demasiado importante como para transformarse en palabras. Y lo dejás ir, mitad con alivio, mitad con desazón, porque sabés que era eso lo que tanto buscaste escribir y lo dejás ir. Síndrome de los que fracasan al lograrlo, me digo a mí mismo y me prometo hablarlo en la locóloga y me acuerdo de tantas finales perdidas, eterno subcampeón. O pedantería en grado supremo, narcisismo populachero y culposo.

Porque también está todo eso que escribimos en el día a día y que tiene la maldita puta costumbre de no dejarse corregir: nuestra vida. Ahí no hay tecla de delete ni licuipeiper que valga.

Por eso, algunos, escribimos. Mientras tanto, escribimos. A ver si nos sale un poco mejor que esa otra novela que nos tiene como protagonistas y que lleva como único destino polvo y olvido.

¿Y qué? Vamos a hacerlo igual.

28 diciembre 2008

En el bar, haciendo campaña

- Dale, hablemos un cacho de política.
- ¿Te parece? La verdad es que no tengo muchas ganas. Hace años que no nos veíamos y malgastar el tiempo primero peleándonos y después poniéndonos de acuerdo es un desperdicio.
- Y por qué nos vamos a pelear? Somos amigos de la infancia, nos conocemos.
- Precisamente. Entonces vos vas a decir que todos los políticos son iguales, que cómo pueden ser peronistas si Perón se murió hace mucho, que la culpa es de los sindicatos y esas cosas que decís. Ojo: no sos original. Digamos que el ochenta por ciento de la clase media piensa o, mejor dicho, piensa que piensa, como vos.
- Uh, yo quería ponerle onda. Para algo me trajiste acá.
- Te traje acá porque me gusta, la cerveza es barata y hay buenos tangos. Nada que ver con la política.
- ¿Y me podés explicar por qué hace un rato cantaban la marchita?
- Porque hay algunos turistas extranjeros y queda lindo, para empezar. Es más, si la hubieras cantado, esa rubia gringa que estaba meta mirarte desde ahí se hubiera acercado a nuestra mesa para pedirte fuego e iniciar una salvaje noche de estudio antropológico con un peroncho sudaca. Jodete por gorila. Ah, también la cantamos porque hay turistas galácticos, ¿ves aquellos, en esa mesa? Bueno: son troskistas y les mostramos que seguimos siendo mayoría. Una cosa folclórica, ponele.
- Vos estás cada vez más loco.
- Puede ser. Y también más escéptico.
- Ajá! Viste. Estás crítico del gobierno, como yo.
- Seguro, aunque dudo que sea por las mismas razones. Tendría que aflojarle al escabio. Pero pedí otra cerveza y prometo hacer como que te escucho y no recordarte cada dos minutos que si fueras peronista hoy tenías una alegría.
- Ok, ahí voy. Creo, yo de política no entiendo nada, viste, que este gobierno se equivoca generando tantos conflictos, no buscando el consenso, los acuerdos entre todos. ¿Y? Dale, contestame a eso eh!
- Esa es fácil. Te joden los conflictos, que son propios de la democracia. La democracia “es” conflicto. Y te jode porque sos de clase media y la clase media es la única que potencialmente tiene algo que perder en un conflicto. Los de clase alta ya sabemos que acá no pierden nunca y los pobres pierden siempre. Quién pude perder con un quilombo? Vos. Eso te jode, aunque el conflicto te permitiera estar mejor, no te bancás la incertidumbre. Lo hablé en terapia, eso, me ha pasado en otros órdenes de la vida. Seguí.
- Tampoco me gusta que se les note tanto que lo único que les importa es acumular poder, perpetuarse.
- A mí no me gusta que a tu negocio le vaya mucho mejor que al de la competencia. Creo que tendrías que empezar a cobrar más caro, cagar a tus clientes, que se vayan al otro boliche y que haya alternancia de clientela.
- Me estás jodiendo. No tiene nada que ver.
- Ah no? ¿Por qué che? Claro que te estoy jodiendo. Capaz que tendrías que reclamarle eso a la oposición, no? Que bajen los precios y que traten mejor a sus potenciales clientes. Y seguí hablando fuerte de política que la rubia te está mirando otra vez.
- No me convenciste para nada. Es imprescindible que los gobiernos no se perpetúen. Por la República.
- Largá el casette que me aburro. Lo que es imprescindible es aceptar que no hay gobiernos neutros. Que no se puede gobernar para todos en forma individual si no, a gatas, para el bien común. Y ahí ya cagamos, porque el bien común no es común para todos. Entonces hay que aceptar que uno tiene una determinada ideología, quiera o no, y es en base a esa ideología que mensuramos las acciones de un gobierno. O sea: lo que para uno está bien, para otro está mal y se acabó. Y la democracia es contar cuántos están a favor de quién. Así de aburrido y de igualitario. Tu voto vale igual al de todos los demás, uno. Pero para no esquivarle el bulto a la cosa te voy a hacer una promesa: si yo llegara a ser Presidente y hago un buen gobierno, te prometo que te mando a buscar en el Tango para que vos me digás a quién de la oposición lo dejamos ganar, para que haya alternancia.
- Vos estás re loco. Si llegás a Presidente yo te apoyo en la reelección.
- Caíste. Te lo decía porque estoy en campaña. Los políticos somos así de mentirosos con tal de ganar un voto. Y dejá de perder el tiempo y encará a esa rubia por el amor de dios. Acordate, empieza así: “Los muchachos peronistas…”

25 diciembre 2008

Mi amigo Alejandro es un buchón

Ah no. Si me faltaba algo, este día, a esta hora, en que las sombras de la noche empiezan a resultarme amenazantes y que las reuniones familiares terminaron, era esto. Que Alejandro me mande en cana así, exponiendo mis más oscuros sentimientos en la blogosfera, es imperdonable.

Lo peor es que tiene razón. La remé todo lo que pude y la pasé bien.

Pero ahora estoy acá. Y no está bien. Y tengo melancolía. Y tengo ganas de emborracharme y no tengo ganas de ir a comprar más cerveza.

Y ya es hora de derribar algunos mitos: un libro no es ninguna compañía cuando estás así, un 25 de diciembre y ya se hizo de noche. Los libros están ahí, pero no me contestan cuando les hablo. Yo quiero un asado con los amigos y un abrazo.

Y sé, positivamente sé, que Poli Armentano querría lo mismo. Me lo dijo una vez. Porque no sé si les conté, pero uno de mis karmas es escuchar demasiado y entonces te cuentan cosas. El Poli, mientras se sacaba dos rubias de encima y se servía la décima copa de champagne, me dijo: “Mendieta, yo lo que quiero es volver del laburo, abrir la puerta del departamento y que me den un abrazo. Eso es glamour”.

Todos queremos lo mismo. Salvo en la noche de fin de año, en la que todo vale, pero todavía para eso falta.

23 diciembre 2008

El viaje

Y de golpe, se vio solo. Por una parte de la ventana, la que daba al balcón y al oeste, entraba, a pesar de las nubes, un potente brillo. De esos que lo hacían lagrimear cuando caminaba por la calle y lo obligaban a los lentes de sol. Siempre hacía el mismo chiste malo: es por mis ojos claros, decía, y sus interlocutores hacían como que se reían.
La otra parte de esa ventana, oscurecida por la hoja de la persiana entornada, le devolvía su imagen en el vidrio.

Lo asombró verse ahí, en esa habitación, tan llena de presente. De vez en cuando escuchaba el motor de los colectivos acelerando para doblar en la esquina, pero reinaba –en esas primeras horas de la tarde- el ruido del silencio y un martillo a lo lejos.

Se sobresaltó cuando prestó atención a su propia cara, ahí en el espejo-vidrio: las ojeras ya no eran el subproducto de una madrugada de bares y vino tinto. Esas intrusas habían llegado para quedarse, sin preguntar ni pedir permiso. A pesar de eso, no se sintió del todo viejo y empezó a pensar que le quedaban bien con el personaje. Ya era hora de que no me dieran menos años de los que llevo en la espalda, se dijo.

Se aflojó la corbata, prendió el anteúltimo cigarrillo que iba a fumar hasta el próximo anteúltimo y prendió la computadora para chequear el correo por enésima vez en el día. Despacio, muy despacio, con todo el tiempo del mundo a pesar de que todavía no había comprado esos malditos regalos de Navidad, fue hasta la cocina para poner la pava y cebarse unos mates.
Para ese entonces ya sabía, con profunda certeza, que el momento –ese que tanto había gambeteado los últimos días- había llegado. Como las ojeras, sin pedir permiso. Hizo un último intento de resistencia, pero sin demasiada convicción: ahora no, todavía no, me falta un poco por favor, necesito aunque sea una semana más. Igual fue en vano, estaba ahí y no se iba a ir, mucho menos si la estrategia para que se fuera era suplicarle.
Así que cuando la pava empezó a silbar aflojó los hombros y se entregó: estaba solo y tenía que parar y ponerse a reflexionar.
Sin embargo, cuando ya se daba por vencido y, obsesivo y meticuloso, empezaba a garabatear en una hoja de diario las palabras sueltas que lo llevaban por el arduo sendero dosmilochense, algo sucedió.

La música empezó a sonar desde los parlantes llenando la habitación sin que nadie –recuerden, por primera vez en mucho tiempo estaba solo- apretara play.
Dejó el mate, se paró y escribió en su celular: todo está ahí adelante después de esa curva, ¿sabés?, yendo al norte, bien al norte. Y apretó send.

Y ya no fue necesario ningún balance, ninguna anotación, ninguna palabra.

El viaje sigue igual.

Felicidad

Hoy escribí acá. Y vale por el saludo de fin de año para todos los que pasan por esta cucha.

Buen año. Y que ganen los buenos.

21 diciembre 2008

Las frases del año

Éste es un post que haría si no fuera tan vago: las frases del año.
Incluso más, hasta podría calificarlas en “frases copadas” y “frases desafortunadas”; “los que acertaron, los que no” o algo así. O clasificarlas por temáticas: las políticas, las deportivas, las culturales, las de los blogueros.
Pero ya saben. El nuevo Mendieta asume su vagancia con menos culpas que antes y en vez de estar tres horas revisando archivos o googleando, prefiere irse al bar. Sobre todo un domingo tan otoñal como el de hoy.
Así, como para empezar, me vienen estas:
“Voto no positivo”, de Julio Cleto;
“Vamos a festejar mañana sábado”, de casi todos los periodistas deportivos después del triunfo de Nalbandian, el viernes en primer turno contra España en la Davis;
“el efecto Jazz no afectará a la Argentina” (o algo así) by CFK;
“Creo que el 2008 va a estar aburrido”, Mendieta el 31 de diciembre de 2007, antes de quedarse sin laburo, encontrar uno nuevo, cambiar a otro, cambiar de casa y de barrio, cambiar de estado civil, asumirse en terapia como un existencialista tanguero y sentimental, hacer muchos y buenos amigos, volver a la ruta y enredarse en un bucle rubio.
Bueno: queda abierto el registro. O las dejan escritas en los comentarios o pasan por el bar del Gallego y las escriben en una servilleta. Gracias.

17 diciembre 2008

No será Roland Garros, pero…

Aviso a Papá Noel: yo quiero esto. Y después volver al pueblo y que me paseen en la autobomba.

(Bah. ¿Quién carajo va a saber en mi pueblo lo que es el Pulitzer, no?)

14 diciembre 2008

Domingo antes de leer los diarios

Me acosté muy tarde siguiendo la luna y me levanté muy roto. Me duele la garganta, tengo moretones en las piernas y en la cabeza un timbal. Así que todavía no leí los editoriales ni los diarios de hoy.

Antes de hacerlo y olvidarme de lo importante, digo: muy lindo todo el paquete de medidas reactivadoras impulsado por el gobierno. Que el crédito para los taxis, que la eliminación de la tablita, que la inyección para el turismo, que la rebaja de las retenciones, que los préstamos para pymes, que el plan de obras públicas que dicen que se viene, que financiar el consumo y así.

Sí, todo muy lindo. Eso sí, dos cosas: a) ni la más mínima idea de si va a ser efectivo para afrontar la recesión; b) es “políticamente” incompleto. O sea: inyectar guita en la clase media y alta me hace acordar a las flores que le regalaba a esa chica que una vez había salido conmigo y hasta la había pasado bien pero ya estaba enamorada de otro.

Así que: aumento de jubilaciones, universalización (cómo se les ocurra, eh) de asignaciones familiares o algo así, subir los montos de los planes sociales. Algo.

Guita, aparte de palabras de amor, a la chica que nos quiere bien y es fiel.

Eso.

11 diciembre 2008

Morocha me gusta todavía más




Alguna vez intenté, muy vanamente, claro, hacer un “elogio del resentimiento”. Quería, ay que petulante!, resignificar el “resentimiento”, ese adjetivo que te lanzan por el rostro cuando se te ocurre plantear algún tipo de reivindicación popular. Porque la cosa es así: como uno es un típico exponente clasemediero en su aspecto –o sea: usa traje y corbata, es profesional, tiene auto y vive en Little Horse- algunos no se bancan que asumas posiciones populares, de defensa de los más humildes, de los excluídos, de los negros, de los cabezas, de los grasas, de los pobres, de esos, bah. Porque está rebien estar en contra de la pobreza, viste, pero muuuy mal estar en contra de la riqueza. Está muy bien decir que en las villas no se debiera vivir, pero está muy mal decir que no se debiera vivir en los countries. Está muy bien estar en contra de la desnutrición, pero muy mal estar a favor de la distribución de la riqueza. Entonces te dicen: “Vos sos un resentido”. Así, muy orondos. Por cierto: no se lo dirían en la cara a un negro, cabeza, grasa, descamisado. Nah. A ese no. A vos sí.

Lo que se me había ocurrido, esa vez que, como ya dije, quería “resignificar” el resentimiento, esa palabra tan fulera, era decir: “sí, soy un resentido. Porque siento dos veces, por mí y por ellos. Y qué?”.

Bueno. No funcionó. No convencí a nadie. Así que desistí de esa operación discursiva.

Claro que, de vez en cuando, me vuelvo a acordar. Como hoy, por ejemplo.

Claro que también me acuerdo que siempre hay maneras de burlar esa encerrona de los discursos (¿dominantes?, ¿depende de dónde no? En mi barrio seguro, en los medios masivos seguro también) .¿Bourdieu?¿De Certau? Ni idea.

A los bifes que no es tiempo de sutilezas parece. Nada de enojo ni de sacarse con lo que hicieron los patrones del campo en Paraná o en Crespo ayer pintarrajeando los bustos de Evita.

Nada de enojo. Es más, ¿saben qué? Morocha me gusta todavía más.

Hasta es un lindo slogan para una campaña. "Morocha me gusta más"

Y sí. Debo ser un negro resentido, nomás.

10 diciembre 2008

25 Años: En el camino, caminamos.

Hace apenas un rato salí del laburo en compañía de Cachorra, que como está de vacaciones tiene la penosa tarea de acompañarme a la oficina. La cosa es que, para tomar el subte vacío, nos caminamos unas cuadras hasta Plaza de Mayo. Pasamos por la Catedral y me preguntó: “¿ahí es donde está San Martín, no?, pobre, tendría que estar más a la vista de todos, ¿no?, se lo merece”.
Después nos topamos con la Marcha de la Resistencia y me volvió a preguntar: “¿y estos qué hacen?” Me dispuse a tratar de explicarle mientras los acompañábamos con una vuelta a la pirámide. En la mitad de la vuelta me frenó: “ah, ya sé. Lo de la dictadura y los militares y los desaparecidos me lo contaron en la escuela. Demos dos vueltas, ¿sí?”.
Al ratito pasamos caminando frente a la Rosada y dijo: “te imaginás si en este momento sale Cristina y la vemos? Sería fantástico, pa. Es la que más votaron en las elecciones y por eso ganó y es la Presidenta…sí, sería fantástico”.
Qué maravillosa diferencia con mi infancia a esa edad, donde no tenía ni la más mínima idea de lo que era votar. Y que orgullo inmenso escuchar a mi hija, nacida y criada en democracia, hablar así.
Todo, todo, está por hacerse. Y por eso caminamos. Atrás de las Madres, que abren la senda.
Y sí. Estoy baboso, que tanto.

A 25 años, poca sarasa y una propuesta

Como dirían los pibes de Un Día Peronista, un día como hoy, pero hace 25 años, mi vieja me pedía amablemente que despegara del vidrio de la cocina la calco celeste y blanca de RA que un infantil Mendieta había pegado en plena campaña electoral. Sí, también confieso eso: cuando tenía 12 años me gustaba Alfonsín. Era moderno y más entretenido que el otro, un tal Luder. Y decía cosas más interesantes y optimistas. Supongo que también ganó por eso.

En mi casa, por aquellos tiempos, se hablaba bastante poco de política. Con el tiempo supe que era mitad por miedo y mitad porque la familia estaba dividida en sus pasiones. Pasiones que habían quedado ocultas, tan ocultas como la 22 que mi padrino había enterrado en el patio del fondo, durante los largos años de la dictadura.

El choque generacional había impactado con fuerza en esa familia: un abuelo peronista de los clásicos y, por ende, más bien ortodoxo. Una tía joven y de la Tendencia. Y mi vieja en el medio, una sospechosa ama de casa.

Y así como no tengo muy presente el tener “recuerdos políticos” de aquellos días, sí recuerdo muy claramente uno de dos años antes a eso: Mendieta entrando muy emocionado con el Clarín en la mano al grito de “las Malvinas son nuestras” y mi vieja con cara de enojada sentándome en la mesa de la cocina para decirme: “todas las guerras son malas, aprendetelo ahora”.

Lo loco es que, apenas dos años después de aquel 10 de diciembre de 1983, yo empezaba a patear el barrio como un novatísimo militante de la JP. Me sentía muy grande censando ranchos en la villa y muy avergonzado (vergüenza que me dura hasta hoy mismo) cuando mi compañero me retó muy fuerte luego de que le rechazara con inocultable cara de asquito un mate a una familia que vivía en el basural de mi pueblo.

Todas estas anécdotas por demás idiotas y que no interesan a nadie tienen un motivo: yo creo que para conmemorar, festejar, recordar o como corno quieran llamarle a los 25 años del retorno de la democracia no suman casi nada los suplementos de los diarios, las revistas, los especiales por televisión (Perdón Martín, espero que esta noche vea tu documental y me arrepienta de esto).

(Un paréntesis. Qué notable, lo leo ahora y lo pienso: es el “retorno” o la “vuelta”, como que vino sola, no? No es la “recuperación” de la democracia, lo que implicaría que alguien, el pueblo, la sociedad, la recuperó. No. Se había ido y volvió, así, solita, neutral).

Retomo: creo que el mejor homenaje que podríamos hacer a la democracia, más allá de retóricas y discursos de ocasión, es autorizar el voto para los menores de 18 años. Ponele a los 16. Si querés optativo. ¿Quieren que los chicos se interesen por la política y por lo público? Déjenlos votar y elegir.

Sólo eso quería decir un día como hoy.

Hoy a la noche, Canal 7

La columna televisiva del Movimiento Blogueril avanza sin descanso hacia el prime time. Así que desde acá le damos manija, y rating esta noche, al compañero Martín Rodríguez.

El chivo, acá abajo.

En el cumpleaños de la Democracia,

un balance necesario en un aniversario que es de todos.

Diez DEL DOCE

Un programa dirigido por Sebastián Mignogna

proximo miercoles 10 de diciembre

23.00 HS.

El perro en la Luna / canal 7 / Canal Encuenro / Ministerio del Interior

www.elperroluna.blogspot.com

08 diciembre 2008

Furia creativa blogueril

La cosa es así: los muchachos del Movimiento Argentina Libre me hacen llegar una cordial invitación a que el próximo 10 de diciembre participemos de “un gran cacerolazo contra la korrupción y el sakeo”.

También nos piden que lo difundamos. Ajá.

Mucho no entiendo a estos chicos. Con decirles que me tienen linqueado entre los “Blogs por la República”. Tamaño honor me conduce a dos cosas: a) difundir lo que me pidieron. B) cortarme los dedos antes de volver a escribir alguna boludez como debo haber escrito en algún momento para que me pongan ahí.

La cosa es que charlábamos de esto anoche en el picnic blogueril nac&pop.

No. No voy a contar intimidades de ese encuentro. No voy a contar cosas como Eva chapando con Bob atrás de la pérgola, ni Lucas Carrasco bajándole línea comunista a los muchachos de Un día peronista, ni cómo cantamos a coro insultando al Escriba por su ausencia, ni la coreo al ritmo de la marcha peronista de Anyuletta, la señora Bibiloni y otras chicas, ni los autógrafos que firmó el bloguer metrosexual de Faco a sus admiradoras y admiradores!, ni Manolo, El Canilla y Omix planificando la toma de un rascacielos de ahí enfrente. Tampoco voy a contar como MEC y Pablo bailaban reaggetón arriba de la mesa, ni el trencito que encabezaba Verboamérica, el Ingeniero, Sergio y Udi. Muchísimo menos lo del Licenciado Baleno repitiendo a voz en cuello el teórico de Cristian Ferrer mientras guiñaba un ojo a las chicas del contingente de PAMI que pasaba por ahí. Y ni a palos, ni que me hicieran cosquillas en el ombligo, lo de Carpe Diem y Político Aficionado tirando dardos envenenados a la foto de TNbaum. Había un montón más de los inadaptados de siempre, esos que llegaron arriba de un camión de Moyano tirando tetras vacíos y jugando sucio con Macri.

Menos mal que estaba yo, que soy en verdad serio y que a pesar de los reiterados brindis a la salud de los ausentes como Alejandro, DagNasty, Derek, Polycarpo, Primo Louis, Tomás y toda la expresión federal de la Runfla, logré explicarle al comisario que eso no era un montón de borrachos si no una performance titulada “Así no es PRO” del Programa Cultural en Barrios.

Así que, en ese clima tan cool, se nos ocurrió que estaría muy bueno que el 10 de diciembre, por la noche, salgamos a las calles a cacerolear a favor de la democracia y el voto popular. Es más, si fuéramos el Gobierno, organizaríamos una gran partusa callejera con cumbia en las plazas. Que se viene el populismo jodón, que tanto.

No es nada Albistur. Lo hacemos de onda.

ACTUALIZACION: Se me va pasando la resaca y me doy cuenta que me olvidé de citar -entre otros tantos, seguro- al groso de DiegoF. No voy a contar lo que hacía Diegote, sólo decir que lo envidié.

07 diciembre 2008

Cómo somos algunos

- Yo leí eso que escribiste de que somos minoría. Y de hecho lo pienso, pero no deja de molestarme la contradicción.

- Ajá. Traé otra Stella, Rodolfo. Y decile al Gallego que deje de pichulear con los manís. Este bar se está yendo al carajo. Con el café ahora te traen esos amarettis del orto y con la cerveza palitos. ¡Estamos todos locos, amarettis! En cualquier momento el gallego cuerea el colchón y lo pone al bar Palermo cool en pleno Almagro y yo me mato.

- Ves. Ahí tenés una de las contradicciones que te decía, esas que me molestan: ahora tomamos Stella. Pero bien que te jode que las cosas cambien, se modernicen.

- No. No me molesta que las cosas se modernicen. Me molesta que se uniformen. Que no es lo mismo, aunque ahora parece que sí. Y tomamos Stella porque es más rica y trae más. Y sobre todo porque nos da el billete para garparla. Si esas son las contradicciones estamos salvados.

- No te hagás el piola. Vos sabés de qué hablo, sólo que no la quiero hacer larga y puse ese ejemplo, tan ilustrador.

- ¿No la querés hacer larga? ¿Y desde cuando estás apurado? Se supone que venimos acá, nos sentamos en ésta mesa y miramos por la ventana cómo gira el mundo precisamente para hablar de estas cosas trascendentales. Dale, dale…

- Ahí tenés. Otra de las contradicciones. Ahora estamos apurados, cada vez más apurados aunque no tenemos la más pálida idea de para qué. ¿O me vas a decir que no te pasa? Antes sentía que me apuraba a hacer las cosas pero tenía un sentido, un rumbo. Ahora me apuro porque…qué se yo.

- ¡Dijimos maníes Rodolfo! Gallego! Maníes! Ahora nos apuramos porque, precisamente, no sabemos dónde vamos. Somos náufragos de un barco llamado modernidad en mares posmodernos. Estamos jodidos, bien jodidos. No somos viejos ni pendejos de la JP. No somos setentistas ni noventistas. No somos obreros ni yuppies, aunque ser yuppies dicen que ya fue. No somos ricos ni pobres. No somos exitosos ni fracasados. No somos militantes, o sí, ni apolíticos. No nos refugiamos en cómodas certezas, pero tampoco en relativismos autoexculpatorios. Somos todo eso, definidos por la negación, como siempre, pero atracando un rato en cada playa. Habitamos nuestro propio no-lugar. Un lugar incómodo.

- Listo. Eso es lo que quería decir. O algo así. Pero sigo, sobre todo después de la parrafada que te mandaste sin tocar el vaso, sin saber qué hacer. Servime más.

- ¿Qué hacer? Linda pregunta como para título de un libro. La verdad que mucho no sé. Supongo que lo mismo de siempre: ser amigo de los amigos y compañero de los compañeros. Estudiar. Convencer. Ser convencido. Ganar. Perder. Equivocarnos como me equivoqué ayer, tratar de repararlo y pedir perdón, diciendo esto hoy. Pensar. Leer. Escribir. Llorar. Reír. Amar. Habrá días en que hacer eso lo sentiremos como una poco heroica forma de resistencia. Y otros en que hacerlo será la antesala de un inminente triunfo. Y al otro día, como siempre, vuelta a empezar.

-¿Tomamos otra? Ahora te quiero hablar de algo de verdad importante. Conocí una mina.

- Esto sí me interesa. Gallego, otra más. Y maníses Gallego!

Sur y choripán: Una cita de honor




Hoy a la noche, en la Costanera Sur, el picnic de los montoblogueros.

Somos tan hippies, pero nos vamos poniendo tecnos.

Patria bloguera o muerte de embole viendo TN!

Empataremos!

Comando Mendietista de Liberación, Presente!


Apariciones




Era un tipo en verdad raro. En esas etapas de la vida, la adolescencia ponele, en que la mayoría acostumbra a plegarse a la manada, él andaba a contramano de todo y de todos. Aunque en realidad ya era así de chiquito. A los ocho te invitaba a merendar a su casa a eso de las diez de la noche. A los trece se le había dado por el breakdance y nos atormentaba con su espectáculo en el quincho de su casa.

En la adolescencia se recibió de sí mismo y dio rienda suelta a su autonomía. Si los pibes decidíamos ir a jugar al fútbol, él se destacaba con un “yo me voy a patinar a la costanera”. Si arreglábamos salir a morfar una pizza, chupar birra y después ir a bailar, él decía: “los veo más tarde, tengo que terminar un libro de ciencia ficción que me compré ayer”. Y caía al boliche a las seis de la mañana, fresquito, recién peinado y con medialunas.

Era raro nomás. Te aparecía un miércoles a las 2 de la mañana –cuando todavía apolillabas en casa de tus viejos-, tocaba el timbre como si nada y le preguntaba a Lucy, que salía con la escopeta y el desabillé: “qué, ya están durmiendo? Decile a tu hijo que se ponga la campera y venga que la noche está hermosa para caminar hasta el muelle”.

Creo que en esa época yo pensaba que estaba un poco loco y por eso lo admiraba.

No sé cómo carajo lo lograba, pero tenía los mejores discos que podía haber en un pueblo tan chato como ese. Y encima te los hacía escuchar atentamente, en su bandeja technics no sé cuanto, que sonaba realmente bien. De hecho, fue él quien me enseñó a escuchar esos discos que todavía sigo escuchando cuando escucho y pongo The Smiths y vuelvo a sufrir como allá cuando era invierno y había neblina y la chica que te tanto te gustaba andaba en camioneta con algún aburrido ganador.

Era raro nomás David. Tan raro que hoy, a casi veinte años que se matara en la rotonda de Gesell cuando se pegó el palo bajo la lluvia, no me sorprendió verlo, desde mi balcón, parado abajo del semáforo de la esquina, con un sobretodo negro.

Era de noche ya, pero me sonreía y me susurraba que me baje el nuevo disco de The Cure. A pesar del ruido, yo lo escuchaba en estéreo.

04 diciembre 2008

Una ayuda para opinólogos

Atención a todos los frecuentadores de programas de cable. Desde aquí, una modesta ayuda para darles letra acerca de las recientes medidas económicas anunciadas por la Presidenta Kirchner.

Usen en cada frase las siguientes palabras: "expectativas" y "señales".
Mechen con producción, empleo, seguridad y trabajo. Y, por favor, algún tipo de cifra lo suficientemente grande como para que los que escuchan pierdan dimensión.

Algo así: "los 13.200 millones anunciados en el paquete fortalecen las SEÑALES necesarias para que las EXPECTATIVAS retomen la senda de la PRODUCCION. Es fundamental, hoy, ante la crisis global, preservar el EMPLEO y el TRABAJO, pues sólo eso da SEGURIDAD en los mercados y en la sociedad" A partir de ahí póngase en contra si es opositor o a favor si es oficialista. No importa: ya quedó bien.

Listo. Van a quedar como que saben.

De nada. Laburo de estas cosas.

03 diciembre 2008

Preguntas al centroizquierda K

Si yo no fuera tan de centroizquierda progresista, un día como hoy escribiría un post acerca de aquellos miembros del gobierno nacional que, sin provenir del PJ, ahora se muestran un tanto molestos con Néstor Kirchner por la tan mentada “pejotización”. Ya sé que no son gorilas, pero…

Si yo no fuera un tipo desmemoriado, les diría que tienen más funcionarios ahora que cuando fueron gobierno con De la Rúa. Hay ministros, secretarios, subsecretarios y directores de entes descentralizados por doquier ¿Cómo los aprovechan para, aparte de destacarse en la gestión, organizarse y sumar voluntades?

Si yo no fuera tan apoco afecto a los armados políticos, si creyera en la importancia de los trabajos en equipo, de la organización y del debate les (nos?) contaría las costillas a ver qué armaron en cinco años de gobierno. ¿Cuántos consejeros escolares, concejales, intendentes, diputados provinciales, etc. lograron meter?¿En cuántas cooperadoras escolares están? ¿En qué barrios son referentes sociales para sus vecinos?

Es más, si yo fuera un jodido, directamente les preguntaría: ¿qué partido político armaron –de Jujuy a Tierra del Fuego- capaz de aportar al proyecto del cual forman parte?

Y si, directamente, yo fuera un reverendo guacho, me sentaría con cada uno de ellos y les soltaría un ¿por qué están siempre más pendientes de sus respectivos egos y posiciones individuales en vez de pensar en un colectivo superador de los sellos, sellitos y pymes familiares? ¿Por qué no se miran un cacho al espejo con sentido crítico además de mirarse antes de entrar al set de televisión?

Menos mal que soy un vago y no escribo nada de eso. Y que no me gusta andar criticando en los demás lo que ni siquiera yo soy capaz de hacer.

Pero un día de estos me caliento y lo escribo. Juro que lo escribo.

01 diciembre 2008

Pagni en la banquina

Hasta no hace mucho tiempo nos parecía, por lejos, el mejor editorialista de la tribuna de doctrina. Y esperábamos sus columnas de los lunes con interés, sobre todo después de leer los domingos a Grondona y Morales Solá.

Pero últimamente (¿del campo para acá?), la labor de Carlos Pagni nos viene defraudando. Pasó de los análisis con rigor crítico y una visión opositora sensata e inteligente al panfleto fanático. Algo que es mucho más propio de los blogs como el nuestro que de una señera institución de la prensa libre y democrática como La Nación.

Un ejemplo de hoy, textual, cuando viene criticando el anunciado “blanqueo de capitales” anunciado por el oficialismo con el argumento de que el kirchnerismo está arriando una “bandera moral”:

“¿Qué gran evasor querrá desnudarse ante un Gobierno que manifiesta semejante voracidad fiscal? "El blanqueo puede ser la forma de meterte en el zoológico para cazarte más rápido con la AFIP. Además, ¿cómo sabés que, con lo que odian al empresariado, no publicarán tu nombre en los diarios para después perseguirte?" Palabras de un banquero.”

O sea: un banquero admite que es evasor. Y que no quiere blanquearse por temor a la AFIP y a que lo persigan. O sea: a que se cumpla la ley. ¿Y esa declaración no amerita una condena moral, Pagni?