12 junio 2014

Empezamos mal



Vamos a hablar de la inauguración del Mundial. Y vamos a sentenciar: un fiasco. Malísima.

Apenas 600 tipos sobre el campo de juego, dejando más espacios vacíos que la defensa de Racing. Nula utilización del espacio aéreo, contrariando la cultura brasileña del carnaval que, entre tantas otras maravillosas cosas, tiene la habilidad perfecta de “ganar en altura” con sus carrozas y sus tríos eléctricos. Coreografías antiguas y remanidas. Una puesta sin “puntos de atención simultáneos”. Trajes que, comparados con las escolas, daban pena. Unos chicos haciendo que hacían juegito con pelotas atadas a un alambre. Si en Brasil, sí, en Brasil, no te consiguen 20 pibes que la descosan haciendo jueguito en serio, vamolón. Cerremos todo.
Y la transmisión televisiva: sin sonido directo para la TV parecía que “tomaban” el audio ambiente. Planos cortísimos en el 80% de la fiesta (¿para que no se note?).
La técnica: la lona vinílica del piso arrugada, mal tensada. Imperdonable. La pantalla de led redonda con una terminación berreta antes de que se abra y cerrando mal los gajos al final (sí, es cierto: hacer una cosa redonda con pantallas no es fácil, pero se puede).
Hasta aquí, la típica “critico porque puedo criticar”. 
Ahora bien, la pregunta es: ¿tuvo algo que ver en el diseño de la fiesta inaugural el gobierno de la compañera Dilma? Espero que no y ni quiero saber. Porque si tuvieron que ver me preocuparía que la “austeridad” de la fiesta haya estado motivada por la crítica a la realización del Mundial de algunos sectores de la sociedad brasileña.
Es decir: si decidieron ser austeros por este motivo me defraudaría el “alto contenido progresista del PT”. Si me la dejan a mí, y me critican una decisión ya tomada hace años,  te hago la fiesta mais grande do mondo. Porque Brasil es una potencia mundial y su característica “central” es ser una potencia “vistosa”, alegre, fiestera. Populista, bah.


Para las cosas austeras esperemos a Suiza 2084, qué tanto.   

05 mayo 2014

Haedo NO ES La Matanza


Supongamos, por suponer, por imaginar, por fantasear, por joder, que alguien te dice: "agreguen a la historia de La Matanza imágenes de lugares lindos, como, no sé, Haedo...".
Bueno, hete aquí la verdadera justificación de esta serie: contra lo que se supone, muchísima gente no tiene idea de cómo es La Matanza, cómo son cada una de sus localidades y de sus barrios, cómo es su gente. Y tampoco tienen idea de que Haedo es en Morón.

Ojo: también tuvimos otras motivaciones más serias. Como por ejemplo las que copio un par de párrafos más abajo.
Llevó y lleva mucho trabajo, mucho esfuerzo, mucha sangre y muchas ganas. Ojalá les guste y la recomienden.
Ah, después de todo hay un trailer y les aviso por si no tienen ganas de leer y quieran darnos una devolución antes de leer y de mirar. Aunque no parezca esa es una actitud bastante habitual en "la industria" (?)

¿Por qué acercarnos a la historia de La Matanza?
La Matanza es única. La Matanza es compleja, populosa, rica en matices, vital, inmensa, activa, periférica y, al mismo tiempo, una pieza esencial en el mapa del Gran Buenos Aires, la provincia y la nación. La Matanza es un territorio que reúne una cantidad inusual de singularidades. Es el municipio más poblado de la provincia de Buenos Aires, con más de dos millones de habitantes, y se lo considera fundamental en el mapa electoral argentino, al punto de que se lo llama “La Quinta Provincia”. Es el único que atraviesa los tres cordones del conurbano bonaerense y sus paisajes van desde lo urbano hasta lo rural. Llegó a ser la capital industrial de la nación y fue escenario privilegiado de las luchas y tragedias que marcaron la historia del país. La Matanza posee una complejidad económica, social y demográfica que es difícil de comparar con las de cualquier otro distrito argentino y que la convierte en un termómetro que capta con especial sensibilidad el estado de situación que atraviesa la Argentina toda.

Y, sin embargo, la historia de este municipio emblemático nunca fue contada en los medios masivos de comunicación. “La Matanza, la historia” intenta subsanar esta ausencia y abordar uno de los relatos menos narrados sobre la conformación del Estado nacional: explicar cómo fue que La Matanza se convirtió en lo que es en la actualidad. Y lo hace con un enfoque particular. Descartando la exploración etnográfica del observador que llega “desde fuera” para mostrar un universo desconocido. Por el contrario, en esta serie, la palabra la tienen los matanceros. Aquellos que dejan su impronta sobre el territorio. Ellos mismos cuentan la historia que viven.

“La Matanza, la historia” son trece capítulos que recorren diferentes aspectos de la genealogía matancera, a través de múltiples miradas de habitantes de este distrito. Son estos matanceros quienes, desde el barrio o la Universidad, desde la práctica laboral o desde el análisis profesional, desde el estudio académico o desde la experiencia cotidiana, aportan sus vivencias personales, sus conocimientos, sus análisis históricos y sociológicos, mientras recorren las calles del municipio. El programa propone un acercamiento humano y reflexivo al pasado y el presente de este territorio prácticamente desconocido para la historiografía e ignorado por los medios de comunicación. El resultado es un mosaico diverso de voces que se entrecruzan y se complementan con un propósito: brindar elementos para comprender la conformación de La Matanza y su lugar en el devenir histórico de nuestro país.


Si ya leíste toooooodo esto, ahora... Mirá el trailer, que esto es te-le-vi-sión.




La Matanza | La Historia from Conjuro on Vimeo.

31 marzo 2014

Cuando todo duele

Tenemos que hacernos cargo de que vivimos en una sociedad en la que la propiedad vale más que la vida. Por supuesto, si hacemos una encuesta, ganará mayoritariamente la opción contraria. Sí, pero no hacemos nada para que esa supuesta prevalencia de la vida sobre lo material sea una realidad efectiva. Y ojo: acá no hay mirada complaciente ni exculpatoria de los sectores marginales. No es cierto. No es cierto que ser pobre te dé el derecho de salir a chorear.  Así como tampoco debiera darte derecho a patalear ser un hijo de puta explotador.

Lo que hay es un atisbo, bastante inminente, de anomia en su segunda acepción según la RAE: Conjunto de situaciones que derivan de la carencia de normas sociales o de su degradación. Y los últimos casos más “polémicos” (el pibe que los portuarios tiraron del puente, los linchamientos, la “justicia” por mano propia, etc.) no son más que las versiones espectaculares de algo que recorre y atraviesa –silenciosa pero persistentemente- amplísimos sectores de nuestra comunidad: todos nos creemos poseedores de derechos, pero casi nadie quiere hacerse cargo de sus obligaciones.

Insisto: esto atraviesa todas las clases sociales. Y va desde aquel que montado en una 4x4 debe patentes pero exige presencia policial hasta los lumpenes que fuman porro o paco arriba del vagón del Sarmiento a las 4 de la tarde sin importarles un carajo si al lado de ellos hay bebés. Y quiero hacer hincapié en lo siguiente: no se trata de preguntarnos cuál es el castigo penal para estas actitudes. Se trata de preguntarnos, antes, si existe un castigo social. Y no. Porque estamos perdiendo.

Y estamos perdiendo porque las mayorías, esas mayorías que no son chorros ni evasores, tienen miedo. Sí. Tenemos miedo. Y tenemos miedo porque callamos. Y callamos porque esas minorías –las que son chorros y son evasores- ejercen cotidianamente violencia sobre el resto. Porque yo me siento tan violentado cuando una bandita en la esquina me apura mangueando dos pesos para la birra como cuando en una amable cena en Palermo el evasor se jacta de su evasión. En general, vale admitir, me peleo. Pero pierdo siempre.

Y perdemos porque nos vamos encerrando. Encerrando “entre los propios”. Tratando, infructuosamente, por supuesto, de crear “espacios de seguridad”. Por eso terminamos tratando de no tomarnos el tren a la noche y tratando de no cenar en Palermo rodeado de garcas. Eso, ya, es perder.

La clave está en lo micro. La clave está en padres que no hacen de padres y permiten absolutamente cualquier cosa a sus hijos. La clave está cuando los vecinos callan ante el otro vecino que tira la basura en la esquina. La clave está en que vivimos en una sociedad que premia la comodidad y castiga el esfuerzo. No, paren, no hablo de la comodidad de “recibir un plan”. Hablo de la comodidad de no educar a tus hijos. Educar es un esfuerzo. Es arduo. Es doloroso. Poner límites, lo sabe cualquiera que tenga hijos, es una hinchapelotez. Pero hay que hacerlo. Por el propio bien de los hijos y, en definitiva, para crear buenos ciudadanos. Entonces, eso sí, enseñamos a nuestros hijos a reclamar sus derechos (y está bien), pero poco hacemos por enseñarles, al mismo tiempo, que tienen obligaciones. (Y sí, también sucede esta falta en las escuelas. Y en el club. Y en el barrio. Y en todos lados).

Estamos hasta las manos. Y por supuesto que hay responsabilidad de los políticos y de los gobiernos. Claro que sí. Pero, como con todo: esos políticos no bajan de un platovolador. Nos representan. Y también representan esta falta. Esta falta de valores. Y, tristemente, quienes más la representan, son aquellos que, para colmo, tratan de sacar ventaja de esta situación.

Mientras tanto, la totalidad de las instituciones (incluyendo aquí a la más importante de la postmodernidad, los medios de comunicación y la más básica, la familia) continúan con la banalización, la falta de seriedad y la más absoluta falta de responsabilidad en el abordaje. Hablar de “gente” como si los otros no lo fueran, estimados panelistas de la vida, habla mucho más de su espíritu cretino que cualquier denuncia que pudiéramos hacer.

Me duele. Porque me duele que las mayorías estemos con miedo y viendo, con miedos y callados, como las minorías de la violencia siguen ganando terreno.


En mi caso, en mi casa al menos, no. 

28 febrero 2014

Nostalgias


No puedo parar de reírme y de llorar al mismo tiempo.

La historia de Abelardo Eliseo Vallejos. El "karateca" Vallejos. El "Ninja" Vallejos.

Que cuando debutó en Racing, al cronista de La Nación le hizo decir: "El back central de la Academia, el debutante Vallejos, mostró cierta rusticidad en algunas intervenciones, y mucha mas rusticidad en el resto de los balones que le tocó jugar. Si superara esa tendencia a la brusquedad, podría funcionar bien en el equipo. Claro, si perfeccionara los cruces, las entregas a los compañeros y su cabezazo”.

Personalmente, una vez (creo que de local, pero capaz era en la cancha de Ferro, no estoy seguro), lo vi hacer esto: un defensor contrario, con todo Racing jugado al ataque, rechazó pum para arriba el balón. Entonces Abelardo, que estaba de último hombre por mitad del campo de Racing, saltó a cabecearla y le erró. La pelota lo sobró y luego de picar, Abelardo, que se había recuperado del pifie de cabeza, intentó sacarla de chilena. Le volvió a errar. Y quedó despatarrado por el piso. Majestuoso. 

Entren acá, lean algunas de sus magistrales jugadas y juzguen por ustedes mismos.
Defensores eran los de antes.

07 febrero 2014

Perdidos en la neblina, la brújula es la doctrina (?)

La necesidad de conformar una  conducción de conjunto:
"La impresión generalizada en el Peronismo es que no existe en la actualidad una verdadera conducción de conjunto. Ello es consecuencia de que no existe una organización adecuada de los organismos conductores como así mismo que se carece de enlaces adecuados entre los organismos de la conducción y las formaciones peronistas que comprende el dispositivo que funciona en todo el país".

Para terminar con el sectarismo de algunos dirigentes:
 "Nada hay más perjudicial para el Movimiento que la tendencia de algunos dirigentes de la conducción o del encuadramiento a aislarse dentro de círculos de acción personal, en forma similar al procedimiento de antiguos caudillos de la ¨política criolla¨, porque el Peronismo no acepta  ya estas formas de acción, y esos dirigentes terminan por ser repudiados por la masa, perdiendo así toda posibilidad de conducción".

Juan Domingo Perón. 
Conducción Política.