07 diciembre 2008

Apariciones




Era un tipo en verdad raro. En esas etapas de la vida, la adolescencia ponele, en que la mayoría acostumbra a plegarse a la manada, él andaba a contramano de todo y de todos. Aunque en realidad ya era así de chiquito. A los ocho te invitaba a merendar a su casa a eso de las diez de la noche. A los trece se le había dado por el breakdance y nos atormentaba con su espectáculo en el quincho de su casa.

En la adolescencia se recibió de sí mismo y dio rienda suelta a su autonomía. Si los pibes decidíamos ir a jugar al fútbol, él se destacaba con un “yo me voy a patinar a la costanera”. Si arreglábamos salir a morfar una pizza, chupar birra y después ir a bailar, él decía: “los veo más tarde, tengo que terminar un libro de ciencia ficción que me compré ayer”. Y caía al boliche a las seis de la mañana, fresquito, recién peinado y con medialunas.

Era raro nomás. Te aparecía un miércoles a las 2 de la mañana –cuando todavía apolillabas en casa de tus viejos-, tocaba el timbre como si nada y le preguntaba a Lucy, que salía con la escopeta y el desabillé: “qué, ya están durmiendo? Decile a tu hijo que se ponga la campera y venga que la noche está hermosa para caminar hasta el muelle”.

Creo que en esa época yo pensaba que estaba un poco loco y por eso lo admiraba.

No sé cómo carajo lo lograba, pero tenía los mejores discos que podía haber en un pueblo tan chato como ese. Y encima te los hacía escuchar atentamente, en su bandeja technics no sé cuanto, que sonaba realmente bien. De hecho, fue él quien me enseñó a escuchar esos discos que todavía sigo escuchando cuando escucho y pongo The Smiths y vuelvo a sufrir como allá cuando era invierno y había neblina y la chica que te tanto te gustaba andaba en camioneta con algún aburrido ganador.

Era raro nomás David. Tan raro que hoy, a casi veinte años que se matara en la rotonda de Gesell cuando se pegó el palo bajo la lluvia, no me sorprendió verlo, desde mi balcón, parado abajo del semáforo de la esquina, con un sobretodo negro.

Era de noche ya, pero me sonreía y me susurraba que me baje el nuevo disco de The Cure. A pesar del ruido, yo lo escuchaba en estéreo.

1 comentario:

Charlie Boyle dijo...

No se le ocurra mirar la página web de Gesell entonces, donde tienen una cámara que enfoca a la playa en vivo