Las consecuencias amorosas de la polarización

Ahora que parece que, junto con el invierno, llega la polarización, se me ocurren algunas probables consecuencias sociales de ésta en lo que quizás sea el fundamento último (o primero) de cómo se procesa en la cabeza de cada uno “la realidad”: el ánimo individual y colectivo. Algunos economistas le llaman a esto “expectativas”. Yo soy un poco más psicologista.

En las barriadas lejanas de José C.Paz, Moreno o Almirante Brown tendrán que prepararse para sufrirla en sus laburos: la mujer que limpia un piso de Barrio Norte deberá tolerar en silencio las frases hirientes de las sobremesas. El obrero de la construcción notará cierto tono despectivo cuando el dueño de la constructora revise la losa recién llenada. Los pibes que cortan el pasto en los countries de zona norte escucharán más a menudo las palabras “negro” y “mierda”. Se sentirán un poco peor que de costumbre allí, pero volviendo en el tren o en los bondis a sus barrios irán reconociéndose mutuamente con sus semejantes y al bajar en la estación se cruzarán las miradas. Al otro día, en el almacencito del barrio se saludarán y el otro día serán amigos.

En la clase alta habrá estupor y temor ante lo que “anda pasando”. Bajarán la voz en las sobremesas porque “está ella limpiando”. En la obra en construcción el arquitecto será un poco más amable que de costumbre con el capataz, siguiendo la orden del dueño de la constructora que le dijo al irse: “tenelo adentro, es el único que puede controlar a estos bolitas y paraguas”. En los countries seguirán con las charlas de siempre, ahí en el house tomando un te o caminando despacito hacia la cancha de golf. Hablarán de dónde poner la guita ante todo este tremendo barullo.

Donde la cosa se va a poner jodida de verdad es en la clase media. Entre nosotros. Porque “arriba” y “abajo” va a haber tensión, pero en la clase media habrá rupturas. Y las rupturas siempre son dolorosas. Hay que prepararse mentalmente para esto. El yerno discutirá fuerte de política por vez primera con el suegro ante la mirada atónita de la suegra. En el asadito después del fútbol del martes a la noche, volarán puteadas ente compañeros de trabajo y de equipo. En las oficinas, en el cuartito que antes era zona liberada para fumar y tomarse un café, tratarán de no cruzarse los dos que ayer discutieron a los gritos sobre el campo, las retenciones, el diálogo y el consenso. Algún hijo se peleará con algún padre y le tirará por la cabeza este argumento: “no sé por qué te sorprende, vos me mandaste a esa escuela católica. Ahí me enseñaron eso de los pobres”. Algunos vecinos de edificios dejarán de saludar al de al lado que anoche salió con la cacerola al balcón. Incluso, algunos noviazgos incipientes se harán trizas cuando la chica le diga al muchacho: “¿me acompañas a la Plaza el miércoles?”

Quizás me equivoque, pero serán tiempos duros. Ojalá sirvan para algo bueno y para que esa chica encuentre mañana otro novio.