Algo que siempre llamó mi atención es el
poco registro que tienen de la Guerra de Malvinas los porteños de mi generación.
Por supuesto que hay, cómo no habría de haberlos entre más de un millón de
personas, gente que siente ese conflicto como propio, cercano. Sin embargo, la
inmensa mayoría tiene una visión, por decir algo, mediada por los relatos que
luego fueron construyéndose con los años.
Bueno. Yo no. Me acuerdo muy bien. Tenía 12
años, estamos en Mar del Tuyú en un acto escolar delante de la municipalidad y
en el horizonte pasaban los barcos para el sur. Entro a casa feliz con el
Clarín –feliz, sí, feliz de “recuperamos las islas”- y mi mamá me caga a pedos
y por primera vez me dice ciertas cosas que en casa no se hablaban. Ayudo a mi
viejo a tapar las luces del Falcon con cinta aisladora negra. Colgamos de las ventanas
frazadas para poder prender las luces de noche, cuando sonaba la sirena de los
bomberos y había apagón. En la escuela practicamos evacuaciones cada vez que la
directora toca el timbre en medio de una hora de clase, y yo aprovecho para
darle la mano a Verónica y fantasear que huimos para el campo. Sueño con los
soldados británicos bajando de un gomón en Hernandarias (pesadilla que fue
recurrente hasta esa vez que le dí un beso a una inglesa en un bar de San Telmo
y se me pasó). Nos perdemos en el puerto
de Quequén mientras íbamos a jugar un provincial y los milicos nos rodean con
unas ametralladoras que me parecen demasiado grandes. Pintamos los cordones del
barrio con pintura blanca reflexiva que entregaba el delegado (hijo de puta, me
acuerdo bien de vos, pedazo de sorete) porque lo que te permitían por las
noches era prender una linterna una sola vez por cuadra y apuntando para el
suelo. Vamos a escondernos entre los médanos para ver pasar los tanques que de
Magdalena van hacia el sur, en la misma playa donde un par de años antes los
bomberos recogían cadáveres que luego enterraban como eneenes en General
Lavalle.
De todas estas cosas todavía me acuerdo y
supongo que otras tantas me olvidé. Y supongo que acá tarareaban no bombardeen
Buenos Aires.
Pero lo que nunca me voy a olvidar es de
Guille. Guille era uno de mis ídolos y yo quería crecer rápido para ser como
él. Lástima que tuvo la desgracia de cumplir 18 años ese año. Así que una tarde
me chifló desde la esquina y levantó el brazo saludándome. Después se tomó un
micro para el 601 de Mar del Plata y entró a la colimba. Y después la mamá nos
contó que lo habían mandado a las Islas.
Cuando lo volví a ver habían pasado pocos
meses. Supe, luego, que ni siquiera llegó a estar un par de semanas en las
islas antes de la rendición, pero le alcanzaron para borrarle el brillo de los
ojos y para encerrarse años en una casucha al fondo del terreno.
Es jodido que te roben un ídolo cuando
tenés nada más que doce años.
Por esto siempre voy a bancar cualquier
medida diplomática que nos posibilite recuperar esas dos islas de mierda. Que
son mías también, como Guille y mi infancia.
3 comentarios:
Mira vos, que pendejo que sos, ese 1982 a mi me encuentra con 18 años y cursando el último año del industrial, con compañeros de curso que se iban a la guerra -eran mayores- y amigos de los sabados a la noche que viajaban de Tablada -sin escalas- a Malvinas. Vos citas: "es jodido que te roben un ídolo", yo digo "es jodido que te roben la inocencia y la ilusión". Por ellos, que fueron ahí sin que los consultaran y dieron todo sin pedir nada a cambio, Malvinas es para mí: ELLOS Y SU SANGRE DERRAMADA. Al igual que vos, siempre voy a bancarcualquier medida diplomática que nos posibilite recuperar esas dos islas de mierda
Ojota, ese año estaba en 2º año del ENET Nº 9 Ing Huergo, a fines del año pasado conmemoramos los 25 años de habernos recibido y todos teníamos recuerdo de ese Abril, las cornetas de alarma por probables bombardeos estaba en el techo del ACA que sigue en la esquina de Martín de Gainza y Av. Gaona (hasta no hace muchos años, que reformaron la estación, todavía podías ver la instalación sobre el techo) y el Jefe de Taller, un sargento retirado (la escuela industrial era "estratégica" para los milicos) nos hacía hacer simulacros de evacuación. Algún ex alumno de mi querida escuela estuvo en las islas y el recuerdo general fué de la gorda De Martino, la profesora de Análisis Matemático -egresada del Balseiro- que el 2 de Abril nos dijo que era la noticia más triste que había recibido en su vida y que no quería que se hablara del tema en clase, una guerra es lo peor de la humanidad. La secuela de Malvinas en mí fué el intento (abortado) de ingresar a la Escuela de Aviación Militar, a la que sí ingresó un compañero Carlos "Donacho" que duró 3 meses y hoy es Visitador Médico.
Malvinas es un triste recuerdo y un puñal en nuestra vida porque fue una guerra contemporánea, con muchos conocidos a los que les cagaron la vida.
Abz
DFT
Andar besando inglesas en Gibraltar.
Pedazo de maraca traidor
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