22 enero 2012

Malvinas



Algo que siempre llamó mi atención es el poco registro que tienen de la Guerra de Malvinas los porteños de mi generación. Por supuesto que hay, cómo no habría de haberlos entre más de un millón de personas, gente que siente ese conflicto como propio, cercano. Sin embargo, la inmensa mayoría tiene una visión, por decir algo, mediada por los relatos que luego fueron construyéndose con los años.
Bueno. Yo no. Me acuerdo muy bien. Tenía 12 años, estamos en Mar del Tuyú en un acto escolar delante de la municipalidad y en el horizonte pasaban los barcos para el sur. Entro a casa feliz con el Clarín –feliz, sí, feliz de “recuperamos las islas”- y mi mamá me caga a pedos y por primera vez me dice ciertas cosas que en casa no se hablaban. Ayudo a mi viejo a tapar las luces del Falcon con cinta aisladora negra. Colgamos de las ventanas frazadas para poder prender las luces de noche, cuando sonaba la sirena de los bomberos y había apagón. En la escuela practicamos evacuaciones cada vez que la directora toca el timbre en medio de una hora de clase, y yo aprovecho para darle la mano a Verónica y fantasear que huimos para el campo. Sueño con los soldados británicos bajando de un gomón en Hernandarias (pesadilla que fue recurrente hasta esa vez que le dí un beso a una inglesa en un bar de San Telmo y se me pasó).  Nos perdemos en el puerto de Quequén mientras íbamos a jugar un provincial y los milicos nos rodean con unas ametralladoras que me parecen demasiado grandes. Pintamos los cordones del barrio con pintura blanca reflexiva que entregaba el delegado (hijo de puta, me acuerdo bien de vos, pedazo de sorete) porque lo que te permitían por las noches era prender una linterna una sola vez por cuadra y apuntando para el suelo. Vamos a escondernos entre los médanos para ver pasar los tanques que de Magdalena van hacia el sur, en la misma playa donde un par de años antes los bomberos recogían cadáveres que luego enterraban como eneenes en General Lavalle.
De todas estas cosas todavía me acuerdo y supongo que otras tantas me olvidé. Y supongo que acá tarareaban no bombardeen Buenos Aires.
Pero lo que nunca me voy a olvidar es de Guille. Guille era uno de mis ídolos y yo quería crecer rápido para ser como él. Lástima que tuvo la desgracia de cumplir 18 años ese año. Así que una tarde me chifló desde la esquina y levantó el brazo saludándome. Después se tomó un micro para el 601 de Mar del Plata y entró a la colimba. Y después la mamá nos contó que lo habían mandado a las Islas.
Cuando lo volví a ver habían pasado pocos meses. Supe, luego, que ni siquiera llegó a estar un par de semanas en las islas antes de la rendición, pero le alcanzaron para borrarle el brillo de los ojos y para encerrarse años en una casucha al fondo del terreno.
Es jodido que te roben un ídolo cuando tenés nada más que doce años.
Por esto siempre voy a bancar cualquier medida diplomática que nos posibilite recuperar esas dos islas de mierda. Que son mías también, como Guille y mi infancia.

3 comentarios:

moo dijo...

Mira vos, que pendejo que sos, ese 1982 a mi me encuentra con 18 años y cursando el último año del industrial, con compañeros de curso que se iban a la guerra -eran mayores- y amigos de los sabados a la noche que viajaban de Tablada -sin escalas- a Malvinas. Vos citas: "es jodido que te roben un ídolo", yo digo "es jodido que te roben la inocencia y la ilusión". Por ellos, que fueron ahí sin que los consultaran y dieron todo sin pedir nada a cambio, Malvinas es para mí: ELLOS Y SU SANGRE DERRAMADA. Al igual que vos, siempre voy a bancarcualquier medida diplomática que nos posibilite recuperar esas dos islas de mierda

Anónimo dijo...

Ojota, ese año estaba en 2º año del ENET Nº 9 Ing Huergo, a fines del año pasado conmemoramos los 25 años de habernos recibido y todos teníamos recuerdo de ese Abril, las cornetas de alarma por probables bombardeos estaba en el techo del ACA que sigue en la esquina de Martín de Gainza y Av. Gaona (hasta no hace muchos años, que reformaron la estación, todavía podías ver la instalación sobre el techo) y el Jefe de Taller, un sargento retirado (la escuela industrial era "estratégica" para los milicos) nos hacía hacer simulacros de evacuación. Algún ex alumno de mi querida escuela estuvo en las islas y el recuerdo general fué de la gorda De Martino, la profesora de Análisis Matemático -egresada del Balseiro- que el 2 de Abril nos dijo que era la noticia más triste que había recibido en su vida y que no quería que se hablara del tema en clase, una guerra es lo peor de la humanidad. La secuela de Malvinas en mí fué el intento (abortado) de ingresar a la Escuela de Aviación Militar, a la que sí ingresó un compañero Carlos "Donacho" que duró 3 meses y hoy es Visitador Médico.
Malvinas es un triste recuerdo y un puñal en nuestra vida porque fue una guerra contemporánea, con muchos conocidos a los que les cagaron la vida.
Abz
DFT

Contradicto de San Telmo dijo...

Andar besando inglesas en Gibraltar.

Pedazo de maraca traidor