28 diciembre 2011

El tiempo que se pierde

Hay que sentarse, de vez en cuando, sentarse a ver como teje la araña. Conviene ponerse contra el sol, de refilón. Y también conviene tener en la mano un vaso de algo. Hay que notar, y esto es fundamental, las diferentes velocidades de la faena: primero se frena, parece que piensa, que medita. En verdad lo que se nota es un temblar sutil, una especie de motor que está siendo acelerado mientras se pisa el embrague. Y de golpe la lanzadera, como la de los telares. Y ahí va, se despliega en plenitud un nuevo hilo.  
Hay que saber, mirando tejer la araña su telaraña, el paso del tiempo. La inestabilidad del tiempo. La relatividad del tiempo. Lo efímero, lo infinito. Hay que ver, en la telaraña, los pliegues del tiempo. Lo indecible por inexplicable.
Y ver, sobre todo mirar, con la vista fija, la armonía y la simetría que uno no puede ver si saca la vista de ahí. Afuera todo es caos, confusión, un triste amasijo de realidad y hojas verdes y tallos sin flores.
La vista fija. No olviden tener la vista fija ahí. Observar. Estudiar. Pensar. Pensar en los hechos. En lo hecho y en lo deshecho. En los desechos.
Sentir. Sentir como late la araña, como nace el hilo, como surca el aire.
Y dejar la contemplación. Que de contemplación está aburrido el mundo. Y jugarse a volar, rodeado de cosas que no vuelan. Volar como un mosquito, saltar como un renacuajo. Ahí. Donde uno sueña con ser atrapado para cerrar el círculo que te trajo hasta acá.  



3 comentarios:

r.- el corre ambulancias dijo...

muy bueno, gracias por compartirlo

Andrea dijo...

Excelente. Feliz año Abel.

Tio Pepe dijo...

Gracias Mendieta, enorme canción que elegiste, buen año!!