20 febrero 2010

Rodar

Te asomás a la ventana del lavadero y ves con renovada envidia el jardín siempre desierto de tu vecino, con su piscina de aguas estancadas.
En el ascensor, mientras bajás al quiosco, te encontrás con tu vecino del octavo, que mira con deseo la botella vacía de cerveza que en un rato va a estar llena y en otro rato más vacía de nuevo.
Cuando el del octavo sale a la calle, el pibe que está juntando los cartones observa extasiado  sus zapatillas flamantes, que brillan incluso en la noche oscura.
Un tipo viene caminando por la vereda muy despacio ayudado por su bastón nacarado y mira fijo como el pibe de los cartones salta de bolsa de basura en bolsa de basura y sin el mínimo esfuerzo tira de un carro que pesa toneladas.
Ese tipo entra a la casa que está al lado de tu departamento y llorando en silencio atraviesa un jardín desierto que tiene una piscina de aguas estancadas.

2 comentarios:

Artemio López dijo...

Es la vida. Pero el pibe saltarín no tendrá la chance de apoyarse en su propio bastón nacarado...y eso es triste como las lágrimas del señor de la piscina de aguas estancadas...o más.
salu2!

Mendieta dijo...

O más Artemio. Claro que sí. Otro saludo.