20 julio 2008

Feliz Día del amigo

Siempre tuvimos una mala relación. No: me corrijo. Siempre tuve una mala relación con vos.

Empecé usándote, allá por los ocho años. Ir a catecismo era zafar de la hora de coro en la escuela. Ir a una de tus unidades básicas era poder armar una canchita de fútbol en el campito de atrás de la iglesia (sí, esto ya se los conté a mis amigos del blog).

En la adolescencia me ideologicé y empecé a tirarte piedras. Ahí me hice clasista y me soliviantaba al ver como tu clientela de los domingos eran los garcas de mi pueblo: el prestamista usurero, las señoras de beneficiencia que se asqueaban con los pobres que decían “ayudar con la caridad”, el comisario que traía la droga que enfermaba a los pibes del barrio. Debo decirte que tu Secretario General de esa Básica mucho no ayudaba: nadaba cómodo entre esos tiburones.

Ése mismo señor fue el que un día, allá por mis 15 septiembres, me invitó a tomar mate a la parroquia para “encauzarme”. Vamos, el tipo estaba laburando y no podía permitirse que en un pueblito de morondanga el presidente del Centro de estudiantes del secundario le minara las bases. Fue mi primera negociación con los poderes de verdad y terminó mal. Reconozco que la remó, y que más de una vez, a lo largo de la discusión, estuve a punto de flaquear. Discutíamos tu existencia y sus argumentos eran mucho más elaborados y poderosos que los míos, pero lo mío era convicción. Y a la convicción no hay argumentos que le puedan ganar. Así que, cuando después de tres pavas de amargos la cosa no avanzaba, decidí jugar una carta desesperada: “Mire Padre. En definitiva, si Dios existe o no existe, me tiene sin cuidado” (creo que en verdad dije: me importa un carajo, pero ahora dudo de haber insultado ahí, pues siempre respeté las instituciones). Ahí el delegado terrenal perdió toda su compostura jesuita. Podía, y bien que podía, argumentar tu existencia, pero no estaba preparado para escuchar que a mí me importaba un bledo su jefe. Sus ojos se inyectaron de sangre, se paró de golpe de esa silla de madera con respaldo de cuero y me echó para siempre. (Creo que esto también ya lo conté alguna vez en el blog, pero sabrán perdonarme. Me voy quedando sin historias o, sencillamente, voy encontrando las historias a las que vuelvo siempre, las importantes).

Los años fueron pasando y comencé a alternar entre al ateísmo y el agnosticismo. Conocí curas que laburaban en las villas de Capital y del Gran Buenos Aires, me hice amigo de un par de ellos. También conocí algunos que ente las sotanas habían portado la metra en los 70 y escuché que esa metra había sido su cruz evangelizadora. Lo decían con ojos tristes, no sé si por la derrota o por el sacrilegio. (no, no son ojos tristes. Son miradas duras, insondables, ojos de quienes vieron mucho: el cielo y el infierno es mucho para una sola mirada).

Años después encontré otro hobby, que aún mantengo: recorrer bares antiguos e iglesias. A las iglesias entro solo, cuando no hay misa, cuando los únicos que están son los linyeras durmiendo en los bancos con sus bolsas de Carrefour agarradas cerca del pecho y señoras viejas prendiendo velas. Andá sabiendo que no rezo cuando entro a las iglesias, pero que casi siempre termino llorando un llanto profundo, esos silenciosos y liberadores. Yo sé que acá te estás poniendo contento, pero no te apresures: una vez por semana, a veces dos, te engaño con mi analista.

También es justo, en tren de confesiones, que te diga que hubo una vez que sentí tu presencia. Mi mujer estaba en pleno trabajo de parto y cuando la partera dijo “ahí viene, está coronando” yo largué la mano de mi compañera y, vulnerando la ley –una vez más-, salí disparado para donde no debía estar: parado atrás del obstetra. Cuando vi salir la cabecita de la que era mi hija, que venía, sentí tu mano en mi hombro.

Es una obviedad. Cuando se es padre ya no se es tan machito apóstata. Digamos que a partir de ese día comencé a querer creer y a admirar (y por qué no, sentir un poco de envidia) a los que tienen una fe –en vos- que les sale de su corazón.

En eso ando hace años, tratando de creer en algo. Por estos días, días grises, cuando falta tanto para la primavera (también es bueno que lo sepas: amo la primavera y detesto el invierno tanto como amo la vida y detesto la muerte), me vendría muy bien un poco de fe en el corazón. Un poco de esperanza, ahora que me tocó el tiempo de esperar.

Pero después de todo lo que acabo de contarte, admito que es bastante justo que no me des bola. Como diría el Indio: “Dios no está en las pequeñas cosas hoy”. De hecho entiendo que te portes así conmigo: se supone que sos justo, o justa. Y después de cómo ha sido nuestra relación en lo que llevo de vida, es bastante justo que me mandes a la cola a esperar. Si fuera por eso, anda sabiendo que conmigo te estás anotando un poroto a favor con el tema de la justicia.

Bueno, la hago corta, supongo que tenés cosas más importantes que andar leyendo blogs. Feliz día del amigo desconocido.

16 comentarios:

Politico Aficionado dijo...

Dubito ergo sum.
Feliz dia amigo Mendieta (el renegau)

Anónimo dijo...

Mendieta: ud necesita un poco de zoroastrismo (y no es una referencia nietzcheana: el zoroastrismo verdaderamente existente debe ser la religión monoteísta más interesante del mundo). Saludos y feliz día.

Anónimo dijo...

¿Qué le queda al anticlericalismo decimonónico que sostenemos a rajatable Mendieta? ¿Le ve futuro?

¿No le gusta un Jaures o un Feuerbach?

Uno para la ocasión:

http://www.youtube.com/watch?v=n-5cGTcsJQQ

Eva Row dijo...

mendieta, cuente lo que ya contó, el público se renueva (lo único que dijo Mirta Legrand que tiene sentido)
Mire, con la cuestión de dios, a mí me parece que nadie cree en serio, por algo el dicho popular es "está en manos de dios", o que "dios te lo pague", como diciendo vos estás listo, te morìs, no vas a cobrar nunca. Si la gente fuera creyente no lo diría en ese tono de dramatismo, sino como un gran aliciente. Que dios te ayude, no le da gracia a nadie escucharlo.

Walter dijo...

Muchisimas gracias. Yo crecí en el seno de los grupos parroquiales y con el tiempo me fui volviendo agnóstico. Aunque por ahí extraño ese oido que durante mi adolecencia me esperaba en la oscuridad de la noche. Feliz dia.

Faco dijo...

Existimos, qué más querés. Un abrazo y feliz día.

Néstor Sbariggi dijo...

Feliz día Mendieta!

Anónimo dijo...

Comparto, Mendieta. El existe en el momento exacto en que uno siente que ahí está. ¿porque uno se lo inventó? ¿porque delira? No tiene importancia. En ese momento existe, te saca de la pelotudez, te hace sentir que estás de verdad vivo, y basta. Ni Ratzinger ni el rabino Bergman tienen nada que ver con esto. Más: creo que ni siquiera lo sospechan.

Politico Aficionado dijo...

Balvanera:
hace bien en excluir a Bergman y Ratzinger, y podríamos agregar a Bergoglio y unos cuantos mas que hacen difícil creer (con todo respeto).

Anónimo dijo...

hola!!!feliiz diia del amiigo Mendieta, atrazado pero = =)

sobre el tema de Dios… yo soy una adolescente que actualmente no cree en Dios. recalco actualmente, porque no hace mucho era ultracatolisista con tods las palabras. Porke el cambio? no lo se, creo que es la logica, sentido comun, ke se yo. Pero una vez que empiezas a dejar de creer se vuelve cada vez mas difícil volver a creer…
muchas veces pienso nn esto... la filosofía ayuda y mucho
me gusta esta frase que escuche en una pelicula: "la mente humana es demasiado primitiva para responder esas preguntas”
la verdad no se bien en si creer o no. Pero no creo que vuelva a creer, por lo menos hasta estar segura, y que fue mi elección y no la de mis padres

Anónimo dijo...

"que fue mi elección y no la de mis padres"
suena a capricho

Ni buena ni mala... dijo...

Feliz día, Mendieta.

Paula Carri dijo...

Y, nos vamos poniendo grandecitos y entramos a creer más en esas cosas...es una broma para decir algo antes de: me emocionó (que se le va a hacer). Un saludo

Ana C. dijo...

Lo dejé para leer cuando estuviera tranquila y con tiempo, porque es uno de esos textos que muestran al Mendieta al que a una le gustaría tener de amigo.

Igual, tenga cuidado que no le pase como a Lilita. Dicen que la experiencia religiosa se debe a la influencia de ciertas ondas electromagnéticas sobre el lóbulo frontal derecho. Fíjese, por las dudas, si no está usando demasiado el celular.

Un saludón

Ana C. dijo...

¡Pero claro!

¡Lo de dormir con la radio prendida!

El Isáurico dijo...

Conmovedor su post Mendieta.
Me hizo acordar a una discusión que mantuve en clase con mi maestra de segundo grado (que aparte de matemáticas, lengua y misceláneas nos daba catequesis...no puedo dejar de admirar la versatilidad de las maestras de primario).
De puro energúmeno (ya a los 7 años era un apasionado del arte de la erística) le hice un planteo francamente ateo muy del estilo de "ver para creer" en medio de su exposición, remarcando que no le veía mucho sentido a dedicar el limitado tiempo que tenemos en la vida persiguiendo quimeras.
Luego de insistir un rato largo en defenderse de mis cada vez más enconados argumentos con la frase comodín "hay que tener fé", la Señorita Cristina (así se llamaba la maestra) me dijo "querido, la verdad es que ni yo estoy muy segura que la religión católica no sea una gran mentira, pero si sé que profesarla me va a ayudar a morirme mas tranquila".
Una grossa la Srta. Cristina.
Desde mi actual agnosticismo culturalmente católico, la recuerdo con profundo cariño.
Y cuando mi hijo a sus dos años de edad tuvo que atravesar un cuadro de salud mas que complicado, no sé si tuve un rapto de fé, lo que si sé es que como dijo mi maestra, fueron esos resabios religiosos que conservo los que me ayudaron a atravesar el trance con cierta paz espiritual.

Saludotes!