20 abril 2016

El arte de negociar


Creo que era Dante Caputo. No estoy del todo seguro, pero casi. Debatía en la tele con alguien del gobierno menemista acerca de las "relaciones exteriores" (sería Di Tella?) y cuál debía ser el enfoque correcto.
Entonces, pongamos que era Caputo, contó la siguiente parábola:

"Cuando cualquier persona normal va a comprar un auto y el vendedor le pide 120 pesos, contraoferta 80 para intentar cerrar un acuerdo en 100. Su gobierno (pongamos que le hablaba a Di Tella) va a comprar un auto y ofrece pagar 140, pensando que el vendedor va a decir ´qué buen tipo este, se lo voy a bajar a 100 por copado´. Bueno, no. Te lo vende a 140".

Cualquier similitud con como el actual gobierno macrista actúa en relación al empresariado local e internacional no es una coincidencia.
Moraleja: o empiezan a defender sus propios intereses como gobernantes o mejor que vuelvan a ser empresarios pronto. Ahí son mucho más eficientes que donde están ahora. No es menor asumir el rol de cada uno, eh. 

Buenos días para todos.
PD: Era Caputo a Di Tella?

PD2: Quién me ha visto y quién me ve citando como ejemplo a Caputo. Lluvia de pluralismo, giles. 

13 abril 2016

Así peleaba, piña va, piña viene...


La cosa es que el Moncho estaba ahí, tirado en medio de la vereda, boqueando como una tararira al costado del canal. Así boqueaba el Moncho. Y se iba. De a poco, pero se nos iba. La verdad es que ya estaba bastante roto el Moncho, vos pensá que no cualquiera se banca una carrera de doce años arriba de un ring, dale y dale, piña va, piña viene.  Porque el Moncho había elegido, cuando empezó, una forma de ser en el cuadrilátero: palo y palo. Y esto te condiciona, viste, porque hay tipos que son más, qué se yo, cuidadosos, ponele. Suben, estudian un cacho al rival, de vez en cuando meten una piña y después sobre todo se preocupan de que no le partan la trompa. Más estrategas son esos, viste? Pero el Moncho no. El Moncho ya venía tirando rectos desde el vestuario, sin preocuparse demasiado por tener la guardia alta. Así que al Moncho le habían partido la trucha más de una vez y las rodillas le temblaban al acostarse de lo hecho mierda que estaban. Claro, que esa manera tiene una explicación. Él había empezado su trayectoria así, había ganado un par a fuerza de manotazos y entrega y la gente lo empezó a seguir. Mirá si iba a cambiar después de eso. Nah, ya era así el Moncho. Medio torpe, pero que pelotas para ir al frente eh, ya quisiera yo tener esas pelotas. Nos volvíamos locos, locos te juro, cuando se apagaban las luces del estadio y el foco apuntaba a un rincón porque estaba por salir. Y empezábamos a agitar, a saltar, a gritar como desaforados: vamos Moncho carajo! Y se hizo tan pero tan lindo ir a ver pelear al Moncho que empezamos a ir siempre. Aunque le tocara en el culo del mundo, o lloviera o lo que fuese. Siguiendo al Moncho por los clubes se armó una banda que no te puedo explicar. Era un festival, una cosa hermosa lo que éramos, ahí, bancando al Moncho porque el Moncho nos daba desde arriba de la lona, no sé, algo. Llamalo mística si querés, pero para mí era algo más sencillo y al mismo tiempo más groso: el Moncho nos había dado la posibilidad de ser parte de algo más grande que nosotros mismos. Y eso, qué querés que te diga querido, eso es algo único. Cuando te sentís así es como darle un beso a la más linda de todas y que la más linda de todas después te agarre de la mano para ir a tomar juntos un helado. Así se siente. Así nos sentíamos cuando íbamos a ver al Moncho todos juntos por los barrios. Pero bueno, me estoy yendo de tema. El Moncho ya se había retirado hacía un tiempo y nadie sabía muy bien en qué andaba, sólo que se había mudado a una casa con terreno por atrás de Longchamps, en el sur. Pero el pelotudo este del Laucha Gonzáles no paraba de batatear desde su local en la avenida, ese que había heredado de su viejo el prestamista, que el Moncho era un cagón, que no se la bancaba, que cuando peleaba iba para atrás o que había arreglado algunos cruces por guita. Nosotros estábamos recalientes, porque además nos gozaba desde la caja de su mercado cuando pasábamos por enfrente con un "y giles, dónde está ahora el Monchito? se rajó el puto ese eh, bancaban a un trucho cagón giles". Así de pesada estaba la mano, hasta un día en que el Moncho venía caminando solo y cayetano por la peatonal cuando de pronto le dio un pasmo y se cayó de trucha al piso. Y ahí estaba, como te conté, boqueando como un pescado en el medio de la vereda, justo al lado de la parada del 560 y a punto de palmar cuando el forro del Laucha Gonzáles quiso aprovechar la volteada y salió corriendo de su negocio con un cable bien largo. El tipo venía arrastrando un alargue como de cuarenta metros en dirección al Moncho. Las puntas peladas tenía el cable. Y cuando estuvo al lado del Moncho se arrodilló, se acercó a su oreja y le dijo: "mirá como te voy a freír las pelotas para siempre, negro de mierda". Y ahí nomás le clavó los cables que venían directo de la trifásica del mercado al pecho del Moncho, que además de boquear empezó a pegar unos saltos arriba de la vereda como de esta altura. Así saltaba de alto el cuerpo del Moncho mientras el otro se lo quería cargar por medio de la electricidad. Y en el medio de uno de esos salto, pam, el Moncho que de repente abre los ojos bien grandes y dice: vos sos un gil Laucha. Así dijo, tranquilo, sin gritar, pero firme: vos sos un gil. El tipo se pegó tan zarpado cagazo que largó los cables y salió rajando para el lado de la estación, donde para la yuta. el Moncho se paró, se acomodó la remera adentro del pantalón de nuevo, tosió un par de veces, se compró una botellita de agua en el kiosco y se subió al 560 para el sur. Todo esto me lo contó el muchacho que vende diarios en la parada de ahí, ves, porque yo no estuve. Yo estaba laburando ese día en una obra de Capital. Pero me contó, y empezamos a correr la bola y la banda del Moncho se empezó a juntar de nuevo en la plaza. La verdad es que no creo, de verdad que no creo, que el Moncho vuelva a pelear. Si ya estaba hecho mierda, cómo carajo va a volver a pelear. Pero con los muchachos estamos atentos de nuevo. Y juntos. A la búsqueda de alguno que pelee como peleaba el Moncho. Así, piña va, piña viene. Nosotros ya estamos listos para volver a salir por los barrios.


08 abril 2016

Focus Group


Dirigido a asesores, consultores, políticos y periodistas. Gratis. Esta vez va gratis.

Viernes 8 de abril, 12 horas.
Bar de Avenida Córdoba, Ciudad de Buenos Aires.

De mesa a mesa, charlan unos tipos que cafetean. Tienen más o menos 60 años. Son habitués.

- Viste? Al final vos bancás al primer presidente de la historia que es corrupto antes de asumir...cómo carajo podés ser macrista, por dios.
- Callate, que en unos días meten en cana a Cristina. Y después a Máximo...vergüenza tenés que tener vos...

Y se cagan de risa. Los dos que discuten se cagan de risa.

- Mierda, cómo sube todo. Todo!
- Sí, es un escándalo. Están todos en pedo. 
- Eso es una vergüenza de verdad.
- Si, es así. Una vergüenza.

Y los dos se enojan.

Es por abajo.

22 marzo 2016

Un fuego que quema



Let me also wear
Such deliberate disguises
T.S.Eliot

Ser "incorrecto" con cierta simbología y valores de lo popular pudo ser una operación intelectual interesante cuando esa simbología estaba estirada y sobre estirada casi hasta laminarla (lo cual, no casualmente, nos permite poner entre estos paréntesis el grado de espesor que le otorgamos a los "sobre-estiramientos simbólicos", provengan del cuadrante ideológico que provengan).

Esa incorrección, o al menos la incorrección que más nos convocaba, convengamos, no provenía de los históricos adversarios de las tradiciones nacionales y populares. Por el contrario, era ejercida por muchos que, teniendo su origen en esas fuentes, sacaban las patas para estirarlas y así, de paso, pegarnos un voleo en el culo. A veces efectivo, la más de las veces efectista. Pero voleo al fin.

Nos enojamos muchas veces, nos sonreímos otras tantas, con esos artilugios de una inteligencia política que supo enmascarar en la ironía, cuando no en una pretensión cínica fallida, muy propia del siglo 21. Que es, como toda expresión filosófica y ética de estos tiempos, un cinismo part-time que  está más preocupado por el impacto que por rechazar los convencionalismos de la época. Por el contrario: es un cinismo fallido que, en vez de buscar escandalizar, intenta precisamente lo contrario: agradar a unos poquitos elegidos. Es, en fin, mucho más cáscara que pulpa y de ahí su aceptación por ciertos círculos intelectuales, más preocupados por diferenciarse que por pertenecer.

Bueno, podemos decirlo hoy y reiterarnos: a nosotros también nos parecía que algunos discursos estaban agotados, que había que "pasar de pantalla", que había que dejar la comodidad de ciertos territorios conocidos y salir a explorar al descampado. Por cierto: un discurso funciona solo cuando contiene una importante dosis de iteración. Un discurso dicho una sola vez no es discurso, es texto. Pero: un discurso reiterado por demás -sobre todo si es emitido desde el poder- también deja de funcionar. Se degrada. Se avejenta. Pierde, en el camino, la frescura que lo torna vital y por lo tanto escuchable.

Entendimos y entendemos que hubo un momento en que el campo simbólico de lo nacional-popular se solapó con el poder político existente. Doce años duró ese momento. Y que un modo de marcar diferencias con ese poder político implicaba caminar por la cornisa de lo "políticamente correcto" para la sensibilidad nac&pop e incluso enfrentarla, tensionarla, incomodarla.

Quiero ser claro: el campo nacional-popular no puede estancarse a la hora de la lucha por el sentido. Tiene la obligación de moverse (la misma obligación que tiene el campo del conservadurismo, claro, que de eso se trata la lucha por la significación, que es constante, permanente e irresoluble). De adaptarse. De dar cuentas de los cambios y, en este dar cuenta, generarlos. Por ejemplo: valoramos, sentimos como propia y nos constituye la larga tradición de la lucha por los derechos humanos en nuestro país. Pero no podemos dejar esa tradición en un punto fijo, sobre todo si se ha alcanzado ese punto fijo como una conquista. Entonces le resta a la política nutrir y actualizar ese tópico para honrar del mejor modo a esa tradición. Memoria, Verdad, Justicia y, también, nuevos derechos.

Ahora bien: la pregunta que amerita, que seguramente lejos estará de incomodar a aquellos que -precisamente- han hecho de incomodar su coyuntural fe, es: ¿se puede mantener esta actitud con la emergencia de un nuevo gobierno que lejos está de querer representar el mismo espectro simbólico del gobierno pasado y que, bien por el contrario, viene a restaurar políticas antagónicas ya no con Cristina sino incluso con todo el extenso campo de las tradiciones populares argentinas?

Dicho de otro modo, mucho más directo: por más bronca que le tengas al kirchnerismo y su uso (¿y abuso?) de la temática de los derechos humanos, ¿es posible tratar de explicar como  simple descafeinización epocal la discusión acerca del número "real" de desaparecidos que nos regalara el culto Lopérfido desde Pinamar?


Preguntas que intentan, en medio de la caverna, no confundir sombras con oscuridades cuando en el fondo de todos nosotros crece un fuego dispuestos a quemarnos por igual. Porque la etapa de los chistes, lamentablemente, parece haber llegado a su fin.