Alguna vez lo insinuamos: la actual crisis política que atraviesa el gobierno nacional es directa heredera del éxito en los cuatro años y medio de Néstor Kirchner. Pero a diferencia de otros analistas y de cierto discurso oficial, que aducen que esto es debido a la “salida del infierno” y a que la ostensible mejora de los indicadores económicos traen aparejados –ahora- una disputa por la torta y el consiguiente conflicto, Mendieta piensa que esa reflexión peca de incompleta.
Cuando digo que la crisis de hoy es consecuencia de los éxitos de ayer quiero decir esto: Kirchner asume en 2003 con una incipiente reactivación económica producto de la brutal devaluación que el tándem Duhalde-Lavagna habían implementado luego de la crisis del 2001. Néstor aprovecha esa situación y, simplemente, la potencia en su gobierno. Pero en paralelo hace política en grande: renovación de la Corte Suprema y el significante aglutinador de esa etapa, la “política de memoria y derechos humanos”. La renegociación de la deuda, la inserción en el “cono sur” progresista. Hablamos de 2003-2005. La última gran batalla de esa etapa es el enfrentamiento con quien fuera su padrino: Don Eduardo de Lomas.
A partir de ahí, la siguiente sensación: nos va bien, medimos bien, la economía crece bien, la caja crece y crecen los apoyos. Todo está bien. ¿Para qué cambiar, si equipo que gana no se toca? (Esto escribíamos en abril de 2007, cuando el blog no existía: “algunos desde la tribuna nos empezamos a preocupar. Vemos que el equipo pareciera haberse contentado con lo conseguido hasta ahora y que se replegó para esperar la hora. Se fue para atrás, bah. Y los centros del equipo contrario empiezan a llover cada vez más cerca del área).
Y éste es el pecado: nadie pidió que cambiasen el equipo, sólo que – alejados del descenso, salidos de la zona de promoción, mientras se va subiendo en la tabla- hay que empezar a sofisticar el esquema de juego. Agregar variables tácticas, planificar jugadas preparadas, promocionar juveniles, mejorar el merchandising y –sobre todo- aprovechar la volada de que se sumaban hinchas para ampliar el estadio.
Muy bien. Nada de eso se hizo en tiempo y forma porque es mucho más difícil cambiar en etapas de éxitos que en situaciones de crisis. El equipo no se preparó para cuando llegara el momento de jugar la Copa Libertadores. Y eso es tan grave como no preparar un plantel picapedrero y batallador si inexorablemente te dirigís a competir en el nacional B.
¿Es, como se relamen algunos, este mal momento del proyecto político kirchnerista, irremontable? No necesariamente. La presidencia Néstor Kirchner también atravesó momentos de zozobra (Blumberg, Rovira en Misiones) y supo reaccionar hábilmente para reconfigurar el tablero a su favor. Claro que este momento es cualitativamente mucho más complejo: lo que era el puntal de la república virtuosa kirchnerista, la economía, se ve afectada. Y como nada se preparó consistentemente por fuera de este issue, todo parece entrar en un cono de sombras, en un temprano crepúsculo.
Por otra parte, hay algo que evidentemente complica el escenario del Club Atlético K: cuando Néstor impulsó la candidatura de Cristina a Presidente en 2007, se imaginó quitándose el buzo de DT y calzándose el traje de “manager”. Los que somos un poco futboleros sabemos que esa figura –exitosísima en los clubes europeos- nunca anduvo del todo bien por estas pampas.
Es momento de aclarar roles. Meter algunos cambios en el mediocampo para recobrar aire y volver a atacar. Por cuidar el resultado conseguido en los primeros 45 minutos de 2003-2007, aquella goleada, te acaban de meter unas cuantas pepas apenas comenzado el segundo tiempo.
Las oportunidades perdidas nunca regresan. Hay que crear otras nuevas. Dejar de vanagloriarse de goles pretéritos y embocar algunos nuevos. Lo digo yo, que todavía tengo que recurrir al zapatazo de Cárdenas.