27 abril 2015

Hinchas de su hinchada



Hablemos de fútbol. El título que encabeza esta columna es utilizado despectivamente por aquellos que gastan a otro hincha carente de resultados deportivos pero que salvaguarda su orgullo alentando, especialmente si se pierde. Lo entiendo profundamente: soy hincha de Racing y, por demasiado tiempo, lo único de lo cual vanagloriarse estaba en las tribunas y no en la cancha.

Tal actitud, la de ser "hincha de tu hinchada", se emparenta no tan lejanamente con un sesgo cultural nacido al calor del rock barrial en los tristísimos noventas: el aguante. Impronta que rápidamente fue adoptada por las tribunas futboleras y cuya expresión política de aquellos tiempos fue "la resistencia". Resistencia a un estado de cosas que te deja afuera, que te excluye, que te segrega. Resistencia al neoliberalismo. Resistencia a perder.

Y no está de más detenerse aquí: porque si bien la resistencia como modo político encarna ciertas dosis de orgullo, de compromiso, de pasión y de terquedad (lo contrario de la resistencia es la entrega, claro), negar que solo resiste aquel que va perdiendo sería al menos una inocencia.

La resistencia, entonces, solo puede ser entendida y adoptada militantemente como táctica. Nunca como estrategia, nunca como un fin en sí mismo. Bancamos, ahora bancamos, pero bancamos para cambiar, para armar un equipo mejor, que juegue a algo, que mañana gane. Aquí la diferencia crucial y cualitativa entre "el aguante", carente de futuro, y "la resistencia", oda a la esperanza transformadora.

Sigamos hablando de fútbol. Es muy complejo jugar dos campeonatos al mismo tiempo. Si apostás a la Libertadores el campeonato local, como mucho, "se va viendo". Ya les dije: soy de Racing. Entonces, con la relevante influencia de si tenés un equipo corto o uno largo, de si tenés buen banco de suplentes o buenas inferiores para ir mechando, hay que priorizar algo. Todo no se puede. Sobre todo no se puede si el local lo jugás de visitante desde hace 8 años. Y mucho menos si vas a jugar el torneo chico hablando del grande. Hay que saber adaptarse.

Los buenos técnicos y los buenos planteles, antes este tipo de disyuntiva, tienen claro desde el primer momento cuál es el objetivo. Y a partir de ese objetivo es que trazan sus estrategias, sus planteos tácticos, sus formaciones a la hora de salir a la cancha.

La mayoría de las veces, sobre todo cuando los resultados no se dan, la hinchada no tolera que se priorice un torneo por sobre otro. La hinchada quiere ganar siempre. Por eso, los buenos técnicos y los buenos planteles no juegan para la hinchada. Juegan para cumplir sus objetivos. Que no es lo mismo. También, los buenos técnicos y los buenos planteles se dedican mucho tiempo a "explicar" esos objetivos. Y nunca dejan que los voceros de una campaña sean los miembros de la hinchada, poco afectos a leer el Manual de Conducción Política.

Dicho todo esto para mantener la calma, abjurar de la cómoda cultura del aguante, saber que en algunos torneos debemos ser resistentes y en otros salir a ganar. Y que se puede ser hincha, técnico y jugador al mismo tiempo si uno se propone usar la cabeza además del corazón.


Hablamos de fútbol, ya dije. 

21 abril 2015

La luz del sol


Y entonces, de golpe, una ventana por donde entra el sol. Esa luminosidad, esos rayos, están descolocados de tanta irreverencia. Rompen, quiebran,  arrasan con todas las capuchas esos rayos de sol.

No hay escala posible para lo peor de todo. No hay motivos, no hay excusas, no hay derecho. Pero lo peor -digo mientras chateo con vos, de frente a la vida- es que me quedo sin palabras.  No, no me quedo mudo. Me quedo sin palabras, que es peor. Porque se siente con las palabras, se está vivo gracias a las palabras, porque amaso la masa de las palabras, más o menos, menos, más, pero...

¿Y cómo ser si te quitan las palabras? ¿Se es con la piel de gallina desgarrada subiendo los peldaños, escuchando los aviones, los autos, el tanque de agua, los recreos de enfrente? ¿Se es leyendo entre las capas de cal a las paredes que escriben en secreto, en la oscuridad, vaya a saber por qué, para quién? ¿Se es callado bajando hasta el sótano, hasta abajo, hasta más abajo, hasta la avenida de la felicidad? ¿Se es subiendo después esos escalones, cinco escalones, un dos tres cuatro cinco, para salir al patio donde hay mareas que te dejan, después de flotar,  en una playa bonaerense llena de caracoles, de espuma salada, de neblina y de invierno?

¿Cómo ser sin las palabras? ¿Cómo contar que, sin palabras, todo se siente en el cuerpo, en cada cuerpo, en cada una de las partes de un cuerpo de casi todos nosotros?

Con la espalda. Se escribe, se habla, se cuenta, se narra, se relata, con la espalda. Ahora, ahora que estoy afuera, soy con la espalda. Con esta espalda que sale y siente que carga el peso de la historia, de una historia, de nuestra historia. La que venimos y vinimos a escribir. Y a cambiar. Para siempre. Para nunca más.  


Ahí por la ventana entra el sol, compañeros.