Cuando llueve a mi yo y a mi otro yo les gusta sentarse a
mirar por la ventana para imaginar un horizonte: en eso es en lo único que están
de acuerdo, porque para el resto les gusta ponerse a discutir. Un yo -el que es
sensato, medido, experimentado y, por qué no decirlo, un cacho conservador- se
pone crítico con las grandes épicas vacías de otro contenido que no sea el amor
por la camiseta. El otro yo –que es sin dudas más entretenido y lanzado, pero
por el mismo motivo sufre las frustraciones ajenas como si fuesen propias- se
aburre bastante y escupe por el balcón apuntando a la alcantarilla.
El primer yo –insisto, el aburrido- se hace malasangre con
algunos programas de tele y radio. El otro yo se hace kirchnerista con otros.
Un yo, el primer yo, el que supo tener ínfulas de político y
que ahora las guardó en la parte más húmeda del ropero, defiende a rajatabla la
previsibilidad de la cosa pública, la mansa estabilidad de los ministerios, la
ausencia de sacudones y crisis terminales. Ese yo sabe que cuando las cosas se
pudren los primeros en intoxicarse con salmonella son los que van en motito a
las fábricas cuando todavía no amaneció.
El otro yo, el que no madura, el que todavía gusta de pintar
paredones y tocar el timbre de los subsecretarios a la madrugada para
despertarlos y salir rajando, no puede estar más de diez minutos sin
despatarrarse en los sillones y poner las patas arriba del intercomunicador. Ese
yo sabe que no se puede ser conservador cuando lo que se estaría conservando es, todavía, este estado de cosas.
Un yo se siente muy cerca de los nuevos militantes peronistas,
ponele que de La Cámpora ,
y se preocupa porque tanta energía transformadora no caiga en el saco de las
ilusiones rotas. La lucha, amigos, es larga, muy larga. Y hay que darla con
todos. Con los que están dispuestos a militar 24 horas pero también con
aquellos que sólo se bancan una reunioncita por allá, un granito de arena por
acá y un par de fiestas los sábados. Con los que descubrieron la política con Néstor
y con los que con Néstor redescubrieron que podía servir para algo. Darla con
todos, se tatuaría ese yo, mientras ceba mates lavados tratando de transferir
las décadas cuando militar no era cool ni "fácil" como ahora.
El otro yo, en cambio, lo que le gusta de los nuevos
militantes peronistas, ponele que de La Cámpora , es que hacen política
con un sentimiento que se parece a la felicidad. Y eso, acostumbrado a perder,
nunca lo vivió. Por eso le gusta ir a sus marchas a tocar el bombo.
En lo que sí se pueden poner de acuerdo, cuando llueve,
mis dos yo, es en que lo único que dota de sentido a la acción política es
laburar por la ampulosa pretensión de un pueblo feliz. También acuerdan, a
regañadientes, que nunca supieron muy bien hacer una síntesis.
4 comentarios:
Que bueno sería si la militancia K pudiera canalizar todas esas energías... esa voluntad... agarrando... no sé, un pico.... una pala.... qué sé yo... hombrando bolsas en el puerto, yo creo que Argentina se convertiría en potencia mundial.
Déjense de joder, le dicen militancia a pasarse el día criticando a TN y Clarín mientras mastican un chori.
Vayan a laburar, eso les cambiará totalmente la forma de ver las cosas, conozcan a la gente, van a entender muchas cosas.
Bueno. Ahora voy a trabajar, dale. Eso sí, el chori no te largo ni en pedo.
Se puede decir que te quiero, hermano. Oxígeno y alegría por sentir tanta proximidad con tus escritos. Abrazo enorme
lindo escrito
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