12 abril 2012

Carta abierta




Anoche intenté contar el vacío.


Hay un instante que ya van siendo muchos instantes y que de inexplicable tiene todo, menos todo lo que se puede entender.

Hay, en esos instantes, alfombras rojas y pasillos estrechos, muebles tallados, paredes rosas e intercomunicadores. Hay, en las paredes, cuadros y retazos de histérica historia. Hay, ahí hay, a unos pasos de donde me siento, una puerta. Y atrás de la puerta otra. Y atrás, tan cerca y tan lejos, el misterio de un sillón.

Anoche intenté contar que en esos instantes ya no escucho los teléfonos ni los telegramas colacionados, ni los ovillos que mis manos de obrero tejen en el papel.

Y entonces, sordo, escucho el vaivén del mar que llama al chico que una vez fui y al adolescente que se fue. Que nunca será este tu lugar, dice el mar. Y escucho el viento entre los pinos decir que fue un pecado divino el desafiar a la naturaleza y a los peajes. 

Y es que anoche intenté contar que es ahí cuando un tajo me abre el alma y así, dividido, tropiezo con los cordones y las preguntas.
Mi legajo municipal era el 1923, ahora tendría una medalla de oro por 25 años de antigüedad y en el paladar otras sedes.

Es que anoche no te dije, de tan hablador que estaba, que nunca entendí para qué estoy acá, tan desnudo, haciendo las cosas intrascendentemente importantes que nunca terminaré de hacer. 

Pero quiero contarte, luego de todo el temporal, que estoy aprendiendo a descansar las veces que duermo a tu lado. 




1 comentario:

Maria Eugenia dijo...

loco, como haces para mantener esa sensibilidad en este fango