Si mirás hacia abajo, ahora, hay un aljibe flamante en un patio recién restaurado.
Pero mirando al frente, atrás de la ventana y de las celosías entornadas se escucha el viento y la tormenta, que hacen bailar lento a un árbol, solitario en una plaza sin juegos.
También podés ver, algo más atrás, el mástil de una vieja fragata. Muerta de tan amarrada. Ni siquiera así se sacude.
Más atrás, atrás de todo, están las nubes. Son negras. Y descargan una lluvia pesada sobre una ciudad ausente.
En el medio, entre la fragata y las nubes negras que invaden todo el este hay un par de edificios que tapan el río y que nunca debieron haber sido.
Como tantas cosas que no. Y al revés. Así que mejor cerrá los ojos.
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