15 octubre 2011

Leer



Puedo prometer que no diré nada falso,
¿pero querré decirlo todo?
Me reservo el derecho de mentir por omisión.
A menos que cambie de idea.
Lampedusa

¿Por qué? Por qué se pregunta, bajo un sol que asoma, mientras clava su mirada en un piso negro y desgastado. ¿Cuál es el secreto? ¿Está en las citas que abren los capítulos? ¿O en ir cambiando el narrador? ¿Está en la sucesión ordenada y cautiva de las letras, una detrás de otra, indivisibles?
¿Cuándo empezó el viaje? ¿En la infancia, en esas tardes lluviosas, asfixiantemente húmedas, encerrado con los barcos de Salgari en un garaje, con el mar ahí, despatarrado a tres cuadras? ¿En ese eucaliptus de un club de Olavarría? ¿Empieza ahora, hoy, en este patio que imagina a salvo de otro incendio? ¿Cuántas veces le pasó? ¿Para qué insiste una y otra vez? Quizás sea una frase. O menos aún, una sola oración. Esos incendios que trataba de evitar siendo bombero voluntario. Los mismos fuegos que empieza esperando que algo de eso tenga un sentido.
Por qué, se pregunta. Por qué hacerlo cuando todo está bien, cuando hay poco tiempo, cuando la agenda está llena de citas, de certezas, de –esa maldita palabra- progreso. ¿Qué busca? ¿Cómo busca lo que busca? Para esas arenas profundas tiene un buscametales. Para lo otro aún no sabe.
Hay un momento, una página. Y ahí está escrito que está en la caja de un camión que transporta verduras, volviendo de Mar del Plata. Se hace de noche afuera y adentro mientras el ruido del motor lo va adormeciendo. A la altura de Gesell, ya en plena oscuridad, se apoya en ella y por primera vez siente el latido de un corazón.
¿Por qué?, vuelve a preguntarse. Y lo único que se le ocurre es que esa es la música que todavía busca en cada libro y en cada autopista.

1 comentario:

Eva Row dijo...

Impresionante. Maravilloso. Lo leí tres veces. Asombroso. ¡Qué placer!