10 junio 2011

La amistad



Hoy me encontré con X a tomar un café después de muchos años.
X es amigo de un amigo mío que era mi amigo y nos peleamos. Bueno, en verdad, para ser francos, no nos peleamos siquiera. Como somos gente bien, moderna y muy tolerante, podemos decir que “nos distanciamos”.
Con mi amigo, al que llamaremos D. éramos de esos amigos que te hacés de grande. Yo soy de los que creen que las amistades hechas cuando sos adulto tienen un valor especial en relación a las amistades de la infancia. Claro que las amistades de cuando sos pendejo son indestructibles, pero uno de pequeño es menos malo, entonces hacerse amigo es más sencillo. Y cuando te hacés amigo de chico la amistad es, para bien o para mal, eterna.
En cambio, una amistad construida, digamos, después de la adolescencia, tiene otra calidad, otros desafíos y otros peligros. Por empezar, esa naciente amistad de adultos, debe estar sustentada en ciertos valores, en ciertos parámetros, que exceden el sustrato ideológico de cualquier persona. Porque, vale decir, el sustrato ideológico de un hombre se constituye alrededor de los siete u ocho años jugando un picado en el recreo de la escuela. Si sos garca ahí, vas a ser garca para siempre.
Después de eso la cosa complica y entra a tallar la cultura, la mirada del otro, el qué dirán. Te vas, progresivamente, haciendo más boludo. Entonces, como decía, hacerse amigos de grandes es más groso.  Te exige mucho más. Bueno: parecido a los enamoramientos. Enamorarse cuando sos chico es tan sencillo que yo me enamoraba todos los días. Incluso dos veces por día, a veces de la misma, en invierno.
Con D. hicimos juntos la facultad , aunque decir juntos es una exageración de mi parte porque él terminó como 3 años antes. Y nos hicimos amigos, entre otras cosas, porque éramos sólo tres peronistas en una cátedra gorila con un alumnado mayoritariamente pergoliniano. En esa época ser pergoliniano era lo más de lo más, seguido de cerca con ser de Franja Morada. Después D. se ganó una beca y se fue al mundo. Volvió, seguíamos amigos, y se volvió a ir, esta vez a Europa. Así que primero nos distanciamos físicamente.  La última vez que lo vi, hace un par de años, fue esa en que nos terminamos de distanciar: nos juntamos a tomar una birra en el centro y el peló una batería argumental que repetía casi textualmente los editoriales de Pagni en La Nación. Yo no podía creer lo que escuchaba, hasta que no aguanté más y me levanté por no quedarme a pelearlo o largarme a llorar. Y me tomé el subte. 

C. es otro amigo mío. Uno de esos de la infancia, de los de la primaria y la secundaria. Siempre le chupó absolutamente un huevo la política y, por ende -clase media trabajadora, pero media al fin- siempre fue más bien antiperonista. Lo dejé de ver cuando me vine a Buenos Aires y él se fue a Mar del Plata. Nos hablamos cada dos o tres años, nos vimos en el velorio de algún amigo (David: sigo escuchando The Smiths, nunca voy a dejar de agradecerte ese disco) y poco más. Siempre me chicaneó por mi dedicación a la política y ni hablar de mi peronismo: “che, Abe, te la estás currando toda, no? Jeje”. La concha de tu madre C., andá a cagar.  No lo veo hace, por lo menos, 10 o 15 años. No conozco a  sus hijas, que ya deben ser adolescentes. No conoce él a la mía. Me debe haber invitado 100 veces a su casa en todos estos años. Nunca fui. Yo lo invité un par, pero razonablemente odia esta ciudad.
Hace una semana C. me mandó un mail que decía: “no me gastes. Estoy militando con Z que es candidato a intendente. Es mi amigo, es buen tipo, kirchnerista, le creo. Te dije que soy cristinista? Me das una mano con una cosa?”
Dos semanas antes de hoy D. fue papá por primera vez, me mandó por mail las fotos de su bebita desde una ciudad fría y brumosa y me emocioné con su belleza e imaginando la alegría del papá y la mamá.

Hoy le dediqué la mañana a escribir un par de cosas para mi amigo C., “el militante”. Y a la tarde, con X tomamos café y hablamos mucho de D.
A los dos los quiero y los extraño. Porque las cosas, por suerte, cambian. Pero no todas.

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Lindo texto.
Un abrazo!

jorge dijo...

Querido mendieta, te voy a dar un consejo de viejo zorro, aunque no soy viejo ni zorro.
Emocionate con la fotos de la bebita de D, escribile, compartí lo que tengan que compartir, pero en el vino de la mesa chica, tenelo a C al lado.
Te lo digo desde el humldísimo lugar de alguien que ha tenido a Ces y a Des, y que a perdido a muchos As.
Con los Des hoy en día perdí el trato, por razones obvias, son tiempos que dividen aguas.
En cambio con mi amigo C, que siempre fue como un hermano al que nunca le importó la política, un poco por indolente, estamos casi miltando juntos, en tiempos que a mi me apasionan y a el le atraen bastante.

Sabés que hay en C que no vas a encontrar en D?
Nobleza.
A C le chupaba un huevo la política. Pero cuando le importó, cayó en tu lado.
A D le importaba, y sabes bien que pensaba.
Y seguramente hoy se abre de todo porque es un padre de familia. Vos lo definiste exacatemente cuando hablaste de "Pergolinista", porque el camino exacto es ese.

Yo, Jorge, a los Pergolinis los quiero lejos. Prefiero los Tinellis boludones pero de buena leche, que si los necesitás están, y no te preguntan ni te cuestionan.
Están porque te quieren, porque te bancan, y porque ven, aunque sea un poquito, mas allá.

Mauricio dijo...

Viejo, es muy compliado, a medida que fue avanzando en el desarrollo de la ecuación de amistad me paso esto
Y en 0:48 hasta me salió un Rodríguez Larreta.
Igual, sos bienvenido

Unknown dijo...

No esperba menos de usted. Felicitaciones. ¿Te llegó mi correo?

Anónimo dijo...

No entiendo. Pareciera que sólo se puede ser amigo de los que piensan como uno en política. Yo me considero opositor, con muchos fundamentos y capacidad de expresarlo. Mis dos mejores amigos: uno, indiferente por lo partidario, el otro, kirchnerista, con igual capacidad de argumentación, eso no quita nada. Somos grandes amigos...los tiempos y ordenamientos políticos van y vienen.

Mendieta dijo...

Anónimo: evidentemente no entendiste. Eso, lo que vos contás, es lo que yo escribí. Te lo pongo ´facil: qué carajo me importa si, a pesar de los cambios, son mis amigos?
Puta che, cada vez escribo peor.

Anónimo dijo...

Genial.