15 mayo 2011

Las escaleras



Primero para abajo, después del Escriba. Pocos escalones, anchos, macizos, estables. Hay, ahora, un mecanismo que enciende automáticamente las luces con el movimiento. Había, antes, tubos de neón para iluminar la huevera, la sala de fotografías, la oficina de documentos falsos. Es infinitamente más chico, el lugar, de todo lo que pasó allí dentro. Yo leía, escuchaba los testimonios, y lo pensaba enorme, hasta con una avenida en el medio. Bajo tierra, los engranajes que con la cuerda del horror y la tortura giran construyendo los delirios políticos de un asesino con uniforme naval. El ascensor tapiado. Las ventanas pequeñas al nivel del suelo externo. Por las ventanas veíamos los pies de los que caminan por fuera haciendo la guardia. El Sótano.

Después para arriba: pasar raudos por la planta baja y subir dos pisos de escalones de mosaicos graníticos. Normales, de un tono entre amarillo y arena. Como los de tantos hospitales o edificios públicos. Parecidos, los escalones, a los del Hospital de Clínicas, a los de Sociales en Marcelo T., a los de la municipalidad en Mar del Tuyú. Los dormitorios y las oficinas. La burocracia de un estado que hace un trabajo que alguien tomó la decisión de hacer. Porque uno no puede evitar, al ver las habitaciones de los oficiales y suboficiales, en pensar que algunos de esos tipos debían creer que eso era un trabajo. No hay que tener mucha imaginación para sospechar las máquinas de escribir sobre los escritorios y las hojas de papel carbónico que cada tanto caen al piso, con una ráfaga de aire que llega del río ¿Dónde están las listas?

En el tercer piso es otro mundo. Los escalones son de metal y suenan con cada paso que damos. Suenan secos los pasos, escucho, mis pasos, en un edificio repleto de vacío. Estamos en el altillo y recorremos primero el ala izquierda y luego la derecha. El pañol, la ropa incautada. Los baños. El cuarto con los electrodomésticos robados en los operativos. La extraña reacción de mugrientos dioses de la muerte, humanizados por su rapiña de cacharros materiales. Tenés que tener un valor especial para robarte un lavarropas, después de cargarte un chico, y venir a guardarlo acá. Ahí estaba tu amigo Cachito, me dice Carlos, acá yo.  Ahí, sí, ahí, Arrostito. A cuatro personas por sector, trato de sacar cuentas, pero me doy por vencido antes de la segunda multiplicación. Capucha.

Hasta acá vamos viendo, escuchando, preguntando ¿Dónde está el archivo del diario Noticias que se robaron y estaba acá? ¿Dónde, alguien sabe, están las listas? Carlos nos cuenta que hay una versión, nunca confirmada, que desde aquí arriba de todo, afuera de todo, lejos de todo, aquí, desde La Pecera, podría haber salido la idea de recuperar Las Malvinas. Inmediatamente pienso, y digo, “que paradoja, no? Un secuestrado, obligado bajo tortura a pensar estrategias políticas y propagandísticas para el Almirante, ideó lo que terminaría siendo el final de la dictadura. Por primera vez en el día, ahí, pienso en la poesía, en Adorno y en que no se puede escribirla y no se puede dejar de escribir. También la vida hace poesía después de.

Todavía queda subir un poco más. Y por 15 escalones finitos y angostos estamos arriba de todo. Con el techo golpeando los pies, la humedad baja del tanque por las paredes. Hay, en el anteúltimo  escalón, una M dibujada en la pintura descascarada. Hay, en las paredes, un par de dibujos que aún sobreviven. Uno de ellos es demasiado parecido a una virgen. No se puede estar ahí demasiado tiempo. El tiempo: otra de las cosas en que pienso es el tiempo. Pero también me doy cuenta de eso a la noche, no ahí. Todos bajan y me retraso mirando el tanque de agua, así que quedo solo, porque los demás bajaron rápido. Y es ahí, en ese momento, en que empiezo a temblar.Capuchita.

Y así como la subida fue mirar, la bajada es sentir. Y entonces, ahí sí, ya no son los escalones sino la escalera. Cuántos, piso un escalón, cuántos, piso otro, bajaron por acá, por donde piso, camino a la muerte desaparecida? Cuántos, otro escalón, cuántos, y ya bajé de Capuchita a Capucha, de acá a los vuelos de la muerte? Cuántos estuvieron primero acá, pisando donde ahora piso y luego en la arena de la orilla de mi pueblo, donde los bomberos los buscaban para enterrarlos como eneenes en el cementerio de General Lavalle y nosotros, niños, hablábamos bajito en los recreos de “los muertos de la playa”. Azucena bajó por esta escalera y llegó a mi playa. Y ahora estoy, yo, arena de allá, acá.

Me retraso mirando la habitación “de las embarazadas” y los rayos de sol que entran por la ventana. Es raro, pienso, esa luminosidad es diferente, respiro hondo y empiezo a armar en mi cabeza una lista de las cosas en que pensé desde que entré. Ya encontramos a 103 y los seguimos buscando, ¿saben?

Me cuesta bajar la escalera, me cuesta respirar, me cuesta todo. Y cuando llego otra vez a planta baja veo que están todos del lado de afuera y Carlos está cerrando la puerta y creo que grito un ey! y Carlos abre riéndose y todos ríen y yo también.  Y nos vamos caminando, pisando hojas secas, del Casino de Oficiales.

Levanto la vista y ahí, afuera, del otro lado de la reja, está la ciudad, ignorante. Y repaso la lista de pensamientos y pienso que pensé en la poesía, en el tiempo, en la luz y entonces, egoísta al fin, humano, al fin, pienso en mi hija.
Y me doy cuenta de que lo que vengo pensando desde que entré son distintos sinónimos de la vida.

6 comentarios:

Luis Quijote dijo...

¡¡¡Impactante!!!

Almita dijo...

Excelente tu relato, y el coraje de ambos de entrar. Y cómo transmitiste, con fina sensibilidad y buena pluma, las vivencias.
Estuve allí, y no pude entrar. No me dió el cuero.
No me dá más el cuero. Será que La Plata es un lugar donde vayas adonde vayas, pasás por algún lugar con historia.
Felicitaciones, saludos.

J. P. dijo...

Le mando un abrazo grande, Mendieta.

Luis Quijote dijo...

Que quiere que le diga...
¡Hay que tener cojones!
Hasta el día de hoy, pasar por una comisaría, me da "cosita".
Un abrazo.
···········
Che, Mendieta, saque la Palabra de verificación (queinchalaspe...) y la moderación.
(Aura viene LAMENAZA: (Un poco en joda y bastante en serio).
Si no vuelvo a dejar comentarios, sabrá el porqué.

Carlos G. dijo...

Estremecedor tu relato, verdaderamente.

Anónimo dijo...

yo banco a bidela,franze,las fuerzas militares,y biba boca!la patria nose entraga!!!!!!!!!juanchilombardo@hotmail.com