05 febrero 2011

Lugares


Marzo de los de antes, cuando todavía no habían empezado las clases, en la arena caliente. Tumbados al sol. Llegaron en bicicleta andando hacia el sur y hace bastante que pasaron por el último cartel de la última calle que desemboca en la playa. Mientras los otros fuman y hablan, él cierra los ojos y juega a apretar los párpados y ver los colores: bordó furioso, rojo bermellón, anaranjado, amarillo y de ahí para atrás. Una y otra vez, buscando los matices y la fina línea que separa un color del otro. ¿Cuándo dejan de ser? Cada color es una profesión futura, una ruta, una mujer. Ahí decide que en la vida va a ser un tipo al que le cueste tomar decisiones porque las fronteras nunca son claras. También decide que se va a ir del pueblo, pero no quiere contar por qué.

Madrugada de domingo de agosto y al jeep no le alcanzan las cadenas ni los clavos con tanto hielo, así que pega un trompo y al golpear la cabeza contra el parante él se despierta.  Cinco minutos después bajan y antes de meterse por un sendero en medio del bosque todos juran- solemnemente, juran- que no revelarán  nunca la marca que hay en la piedra al costado del camino. Los bastones pasan por la bahía pero siguen. El compañero que los guía se ríe de la falta de experiencia en sacar los pies de la nieve enterrada. Cuando ya son horas de bosque cerrado, de improviso, un claro y el canal y la castorera. Y ahí, a unos pocos cientos de metros del hito 24, sin saber muy bien de qué lado, tomar juntos  unos mates que queman ¿Dónde estamos?

Se está haciendo de noche y refrescó con un viento suave que baja del oeste. O al menos eso debe ser el oeste, piensa al ver que el sol se fue por ahí, donde deja de ser Salta y empieza a ser Chile. En la esquina montaron un escenario con alfombra y todo y en un rato va a llegar el gobernador, el intendente y los periodistas y van a inaugurar el alumbrado público del barrio. ¿Cómo se llama este barrio? se pregunta. ¿Cómo se llama? le pregunta a la chica, más cerca de ser hija que madre. Ariel, dice la piba. Y se hace de noche nomás y ya se fueron el gobernador, el intendente, los periodistas y ahí están, escribiendo a cuatro manos Ariel en mayúsculas en el piso, mientras comen tortilla calentita, recién hecha. Se quema, feliz de al fin hacer algo útil, en la vereda de una calle sin nombre.

1 comentario:

Flavia dijo...

No sé si lo escribió sobre esa estrenada vieja madera. Pero está bueno. Siga escribiendo sobre sus viajes en tiempo y espacio que se disfruta leyéndolo, che.