Y entonces se cortó la luz mientras me lavaba la cara en la pileta de la cocina. Me gusta lavarme la cara ahí mientras se calienta el agua de la pava y escucho la radio y por la ventana veo un poco de sol.
Y el silencio. De golpe el silencio y tratar de ignorarlo. Y salir al patio, sentarme bajo la sombrilla con la pila de diarios que antes, temprano, había comprado a la vuelta. ¿Todos? todos maestro, tengo que laburar. Y mirar las tapas. Y frenar antes de abrir alguno. De golpe frenar. Como no pude hacer anoche, cuando llegué a las 3 de la mañana y ya habíamos tomado vino y nos habíamos abrazado, primero en el cuartito del fondo, al lado de las pantallas azules, después en la calle y después en la Plaza. En esa misma plaza en la que hace 10 años corríamos escapando de los gases.
Y entonces pensar en el tiempo. El tiempo que va pasando. Diez años. Veintipico de ciudad. Más desde que entré por primera vez a una Unidad Básica desde donde veía el mar, justo antes de empezar a barrerla y un otro poco antes de que me echaran por zurdo.
Y en los kilómetros. Pensar en los kilómetros. Aprendí a viajar con este chiste. Y a conocer todas las provincias. Y a enamorarme de las rutas de tierra roja de Misiones, del barrio toba en Rosario, de la chica que en en el barrio Aeropuerto de Tucumán me dejó que alzara su bebé para dormirlo, de las calles desoladas de Cutral Có, del frío de Tartagal a la noche, de los asados con compañeros, de los balcones de Alta Córdoba, de las estaciones de micros en las madrugadas, de las calles del conurbano. De irme. Enamorado de, cada tanto, dejarme ir, con la mochila y unos libros.
Corriendo, siempre corriendo. Porque todo es urgente cuando te aferrás a la esperanza de algo que ni siquiera sabés bien qué es. Y esa esperanza es, ahora, sentado en el patio, en silencio, sin que vuelva la luz, aquella incertidumbre, ese vértigo, esa inconstancia (¿cuándo te vas a territorializar, pedazo de huevón?, me preguntan los amigos que me quieren y yo hago que no los escucho), ese navegar en los bordes, esa pasión por el alambre y el juego, aquel desamparo, esta rutina, las cagadas, los errores, aquella curva, las traiciones, las renuncias, los compañeros que fueron pasando, las peleas, el sinsentido, alguna buena oración, una idea, un sentimiento encontrado en la banquina, este escrito tontamente confesional.
Y esta puta basurita con forma de memoria que se me metió en el ojo desde hace un rato y que me nubla la vista cuando sólo quiero sentarme a leer los diarios.
6 comentarios:
querido mendieta, parece que el barrio se llenó de esas basuritas memoriosas... tiendo a creer que se trata de un fenómeno meteorológico que merodea las jornadas importantes.
Sepa que algún parrafo suyo puede profundizar el síntoma en aquellos que sufrimos de cólico-melan
Desde ayer, me pasa algo raro. Fue tanto lo mío que puse en estos últimos años. Tanto soñar y bregar contra la marejada, que un país distinto podía llegar a ver en mi vida, que casi ni festejé. Mis hijos esperarían verme bailar y llorar pero no fue así.
Una sensación de serenidad fue en cambio lo que prevaleció. Como de un trabajo completado.
Hijo de puta, me hiciste llorar. Tengo conjuntivitis, pero no fue por eso.
Gracias, troesma.
Gracias Compañero. Si lo de su primer Unidad Básica fué en estos pagos, le comunico que los que lo hecharon LTA, porque ganamos la intendencia.
Un abrazo
Si encuentra una "h" que se me escapó me la envía de vuelta para necodata ¿Puede ser?
Excelente post, es la primera que te visito y leyendo mucho de tus articulo noto la gran conexión que tienes para con tu lectores realmente apropiado, un saludo.
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