Saber ganar es a veces más difícil que saber perder. No estoy diciendo que es preferible perder porque nunca es preferible. Tampoco estoy entrando aquí a los motivos que cada uno tiene para querer ganar. No se trata, estas líneas, de motivaciones psicologistas ni éticas ni morales. Ni siquiera trata, lamento advertir, de ganar “en política” o una elección. Vale para más, vale para todo.
Cuando competís en algo y luego de esa competencia se obtiene un resultado equis, siempre hay al menos dos factores en juego (aunque en verdad también siempre hay muchos más): lo hecho por uno y lo hecho por el contrincante.
Cuando uno pierde la evaluación posterior esconde algunas ventajas, quizás porque los dioses se apiadan, recién ahí, de los perdedores: es evidente que el que te ganó hizo las cosas mejor (atención, dije “hizo”, no dije “es”), fue más astuto, aplicó una mejor táctica, gambeteaba mejor, tenía un mejor saque o era más lindo o más seductor. Así que, al perder, lo primero es reconocer la superioridad co-yun-tu-ral del otro y lo segundo es repasar críticamente lo hecho por uno. ¿Y entonces por qué es más fácil perder?, se preguntarán. Bueno, porque la posterior evaluación crítica descansa más sobre uno mismo que sobre el adversario y siempre es más sencillo corregir lo propio que cambiar al otro. Siempre y cuando uno trate de ejercer esa cosa que llamamos inteligencia, claro. También están los que dicen: el mundo, incluyendo en él la mina que no me dio bola, está equivocado conmigo (seguramente estarán pensando en varios dirigentes políticos o en lagunos famosos editorialistas. Piensen nomás, me refiero a esos).
En cambio, cuando ganás, y sobre todo si ganás fácil, el riesgo es otro. El riesgo es dormirse, agrandarse, pensar que si ganaste esa noche vas a ganar todas. Dejás de entrenar 20 canastos de slices de revés, dejás de patear corners sólo al cono cuando tus compañeros ya se fueron de la cancha, dejás que te crezca la panza, dejás de leer para tener chamuyo con las chicas, dejás de mejorar como persona. ¿Para qué esforzarte no? Si ya sos un campeón. Bueno, ahí empezaste a preparar tu futura derrota.
Porque cuando ganás tenés una responsabilidad extra. Una responsabilidad con vos mismo, claro, pero sobre todo con los demás y con los dioses, que los primeros te ayudaron a ganar (incluyendo a tus adversarios que eran co-yun-tu-ral-men-te menos que vos) y los segundos que se hicieron los boludos mientras ganabas. Porque nada está escrito, y menos que nada el futuro.
Imaginate si estuviera hablando exclusivamente de política. Bueno, tenés que pensar que no se gana nunca. Porque nunca se termina de ganar (paréntesis: quizás aquellos que tengan una ideología revolucionaria piensen: sí, ganamos cuando hagamos la revolución. Bueno, vayan a preguntarle a Fidel Castro o a Lenin). Porque a lo sumo cada elección es un partido de un campeonato que nunca acaba, y cada triunfo electoral lo único que te permite es seguir jugando. Porque acá entramos en lo que dije que no iba a hablar: para qué querés ganar. Y eso es lo que importa.
No agrandarse si clavaste un 6-0, 6-0. No boludear haciendo “ole” si vas 3 a 0 en el primer tiempo. Ser respetuosos con los otros que también querían enamorar a esa o ese y esa o ese decidió enamorarte a vos.
Eso sí: festejemos como si se acabara el mundo. Que al otro día es lunes.
4 comentarios:
Oportuno comentario ... coincido en el necesario análisis de la derrota y también creo que el ejercicio es necesario también cuando te toca ganar para entender como fue que alcanzaste ese resultado y cuales son las responsabilidades emergentes.
Ganar para convencer y no ganar para vencer sería...
Algo de eso se vio en las PASO, cuando todos esperaban una avalancha revanchista, la calma que se vio en Cristina y de ahi para abajo en todo el resto, hizo que el clima hasta el 23 sea mas que calmo.
Y destaco de tu post que hay que repensar todo, todo el tiempo, porque lo que hoy sale bien con un metodo, mañana haciendo las mismas cosas, puede salir mal.
Un abrazo grande
Mendieta
Uno de los Grandes Mefisto del análisis, y operación política, de todos los tiempos; escribió en Enero de 1905 en Iskra.
“Es preciso llegar a la conclusión paradójica de que el factor subjetivo mas decisivo del desarrollo histórico no es la sabiduría política, sino la estupidez política.
Los hombres nunca han podido aprovechar plenamente las condiciones sociales que ellos mismos han creado.
Siempre piensan que se hallan mucho mas adelante, cuando en realidad están muy atrás, del proceso histórico objetivo…
La historia frecuentemente ha arrastrado, tirándolos por las orejas, a quienes han pensado que podían mantenerla a raya”.
Aunque muy pocos sepan quien es Parvus, seria recomendable que se pusieran a estudiarlo; tanto sus teorías, como su trayectoria personal en si.
Fue el Riquelme de 1900 a 1924; y muchas de las “operaciones” que hoy se consideran habituales, las invento o las actualizo en esos años.
Para que no se malentienda, una operación política es el equivalente al “amague” en el futbol.
En fin, si no se aprende lo que sucedió de 2007 a nuestros días; ¿Quién daba 1 mango luego de la 125 y el 28J?, se puede terminar como Lilita Carrio.
Un abrazo
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