19 agosto 2011
Meditar
Estoy pasado de rosca. De vez en cuando me pasa. Cada dos años, o cada cuatro, me pasa.
Me vendría bien un baño de inmersión, relajarme.
Cuando me paso de rosca quiero hacer todo. Y todo junto. Entonces lo segundo que hago es renunciar a lo que venía haciendo. Porque primero reviso la lista de cosas que tenía ganas de hacer antes de renunciar. Las tengo anotadas en un archivo que está en el escritorio, cosa de encontrarlo rápido cuando se me ocurre algo. Un programa de tele. Uno de radio. Un mueble. Sacar fotos. Una aplicación para smartphones. Comprarme un pino. Irme de viaje. Un barco casino que navegue por el Paraná. Un guión para una novela. Recorrer bares. Prender fuego los archivos.
Abro la canilla, pongo el tapón, me desatro los cordones.
Entonces ya renuncié. Y empiezo a tachar cosas de la lista, porque me pongo a hacerlas. Una campaña. O dos. Mejor tres. Y si me llaman mañana, cuatro. Mañana tengo cinco reuniones. Tengo cinco trabajos. Y tendría que ganar mucha más guita. Pero nunca pongo en la lista de "cosas para hacer" ganar más guita. Tendría que acordarme de esto. Una #notamental.
Pruebo la temperatura del agua. Mejor le echo sal gruesa, dicen que afloja las tensiones.
Antes llevaba una agenda. Pero como estoy pasado de rosca me olvido de chequear la agenda, así que renuncié a la agenda también. Después probé con anotar en el teléfono, pero me se me mezclan los alertas con los 236 mails que me entran por hora. Anoche me olvidé el auto. Fui al estudio para hacer el programa, salí y amagué unos minutos con esperar el 26. Me subí a un taxi. Estoy en esa etapa de la vida en que hago que espero el bondi por culpa, pero me tomo un tacho a los cinco minutos porque me da más culpa no dormir o llegar cuando ella ya se durmió. La cosa es que cuando abrí la puerta de casa me asusté porque no estaba el auto. Después me asusté porque recordé que me lo había olvidado.
Me desvisto.
Primero el buzo, después el pantalón, después el calzoncillo y la remera. Siempre, en el baño, dejo las medias para el final. Y es raro. Las medias es lo primero que me saco cuando me desvisto, salvo cuando me voy a bañar. Ahora que lo pienso no es tan raro: es un recuerdo genético de la infancia. Cuando era chico hacía mucho frío en el baño y el piso era de esas baldosas de granito. En la playa, en invierno, es lo más cercano a la nieve que podés conocer: las baldosas de un baño.
Me meto. Despacio. Voy a meditar.
Para meditar no hay que pensar. Se trata de eso. De respirar, encontrar el ritmo, cerrar los ojos e ir vaciando la mente de pensamientos. Entonces pienso que tengo que dejar de pensar. Y me empiezo a dar consejos: concentrate en la respiración, despacio, sentí cómo te envuelve el agua, dejá de pensar. Ahí nomás me empiezo a contestar: qué tal si te callás, si siento como me envuelve el agua es que estoy pensando en cómo me envuelve el agua. Sos mal consejero de vos mismo, pienso. Y cuando pienso que estoy pensando pienso en Borges. Y después en camellos. Y después en los politeísmos. Y ahí se me ocurre una idea. Puta: tendría que estar con el archivo de ideas abierto para anotarla, pero estoy acá, como un pelotudo, metido en la bañera. Esto no está funcionando.
Meto la cabeza abajo del agua. La saco. Abro los ojos.
Ya sé. Mirar un punto fijo. Como miraba el horizonte delante del mar. ¿Probaron a mirar fijo el mar por mucho tiempo? Es embriagante. Si está calmo, paradojalmente, al rato te mareás. Es ese suave ondular que te va arrastrando el que te marea. Si está bravo, con sudestada, te inmoviliza. Te transforma en un poste clavado en la arena, desafiando el viento y la arena en los ojos.
Voy a mirar un punto fijo. Me metí acá para relajarme.
El techo. Mirar el techo del baño ¿Hay algo más aburrido que mirar un techo de un baño? No puede fallar. Ahora sí. Fijo. Sin pestañear ni una vez. Puta madre, me debe estar bajando la presión, veo puntitos negros. El vapor, debe ser el calor y el vapor. Capaz me desmayo. Si me desmayo es el paroxismo de la relajación. La cagada es si me hundo y me ahogo. Pero relajado termino sí o sí. Lo raro es que los puntitos negros no se mueven, puta, estoy pensando de nuevo.
Muevo la cabeza, despacio, suave. Para un lado, para el otro.
Y no. No se mueven. ¿Qué mierda son esos puntitos negros en el techo del baño? La puta madre. La reputa madre que lo parió. Me cago en la relajación, el zen, el fengshui y la recalcada concha de la lora. ¿Cómo mierda no me dí cuenta antes?
Salgo. Me seco con el toallón. Me lo cuelgo de la cintura. Voy a la computadora, abro el archivo de "cosas para hacer" y escribo: "sacar con lavandina y una esponjita los hongos del techo del baño: urgente".
Ahora aprovecho y escribo un post. Le voy a poner de título Meditar.
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8 comentarios:
Jajaja. Muy bueno.
Quizá debamos aprender el
Himno a la vagancia e imitarlo.
Todos estos años me pasó lo mismo que a vos, andaba a mil por todas partes, pero nunca me animé a renunciar... hasta que me echaron. Ahora estoy en casa, deambulo por todos lados, pienso que tengo que aprovechar estos días para relajarme... pero no. La cabeza tampoco para de funcionar. Evidentemente, nuestro peor enemigo somos nosotros mismos.
Pero me diste una idea, voy a tener un archivo en el escritorio con las cosas que me gustaría hacer... para no hacerlas nunca probablemente, pero no perderlas de vista! Arriba que la locura está con uno, hay que aprender a convivir con ella!
Me acordé un poco de Artl diciendo que para tener estilo no se puede vivir en una pensión como en la que él vivía.
Atenta contra ser zen la realidad de los hongos en el baño, por un lado mejor, mirá si de tanta paz quedabas medio pelotudo como todos los zen que se conocen....
Querido Mendieta lamento comunicarle que si se ahoga, el rigor mortis no es nada relajado, es una especie de contractura al 100%.
Un abrazo
Mire, para meditar, en una de ésas le haga falta una dosis de Termas de Río Hondo. ¿Conoce alguien por ahí?, hágase invitar antes de que "la calor" en serio empiece.
Flaco, hacé fácil: dejá la droga y buscate un trabajo de verdad.
Podría ser albañil o cualquier otra profesión decente.
Diego de Laurentis, oime pelotudo, vos sí que sos un forro de verdad. Además de leer a Mendieta y escribir comentarios imbéciles, que me dan muchas ganas de cagarte a trompadas, a qué te dedicas?
Un besito, otario
que grande juanchi, yo lo acompaño...
Mendieta, somos muchos más que dos a los que tenemos el archivo en el escritorio, el mío se llama "lo que quiero" uno de estos días te lo mando, está bueno compartir lo que uno quiere. abrazo!
Car.-
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