25 mayo 2011

Soñar


En el 2003 hacía ya varios años que Roberto no soñaba. Su último sueño, cuando tuvo que abandonar la secundaria, había sido el tener una motito. Una de esas comunes, con motor de 100 o 150 que estaban expuestas en la concesionaria de la entrada, llegando por la ruta vieja. Y Roberto ya no soñaba porque, entre otras cosas, dormía poco y mal. Como no tenía laburo y en su casa, desde que al viejo lo habían rajado del taller mecánico, el clima no era el mejor, se iba todas las noches con los pibes a tomar birra, charlar y pegar faso de vez en cuando en la placita atrás de las vías. Ahí a veces tiraba la idea de irse del pueblo a Europa, como se habían ido Walter, Pipi y Anita. Ellos sabían, por sus viejos, que allá les iba más o menos bien. O por lo menos pensaba en pirar para Buenos Aires, como casi todos los demás. Que se habían ido yendo de a poco. Al principio se habían ido en tren, pero después hasta el tren se fue. Claro: eso de irse no era ni siquiera un plan, así que mucho menos podía ser un sueño pulenta, como el de la motito. Roberto no quería irse del pueblo: quería una moto.

Sigue acá, en Historias de una Argentina de Pie, una idea de MilitanciaKreativa.

1 comentario:

Nicolás Tereschuk (Escriba) dijo...

Es que a la massshoría de la gente no le intersa la política. Nada, nada, nada.