10 abril 2011

De espaldas a la realidad



Una de las cosas interesantes de tuiter es el ver los comentarios en tiempo real de los usuarios. Y esto es particularmente atractivo -para los que somos un poco por demás interesados en la política- cuando es día de elecciones.
Pero voy aprendiendo algo. Hay que saber diferenciar entre la opinión de los tuiteros que viven en el lugar en donde se realizan los comicios (acá podés encontrar además de opinión, alguna o mucha información) de los múltiples comentarios acerca de ese evento por parte de los que "estamos lejos".
Y acá me quiero detener, porque hoy fue un día particularmente cargado (con elecciones en Salta y en Perú) de una actitud que no deja de llamarme la atención y de preocuparme: la de aquellos que, como el resultado no es de su agrado, inmediatamente menosprecian ya sea "el saber" de los votantes o las condiciones "de madurez" de los mismos.
A mí me resulta chocante el ver como a 1500 kilómetros de distancia le dan lecciones de civilidad a los que votan "allá". Y la pregunta política sería: ¿cuál es el mecanismo piscológico que refuerza tu prejuicio en vez de la autocrítica cuando los resultados te dan la espalda? Y quiero aclarar que no estoy haciendo acá la demagogia barata de "el pueblo nunca se equivoca". Claro que el pueblo se equivoca. Y muchas veces. ¿Pero todavía no aprendimos, como sociedad, que es mil veces preferible el pueblo entero equivocándose que unos pocos iluminados "acertando" por él? Eso, tan extraño, se llama democracia.
Algo más: no estoy diciendo aquí que un resultado adverso debe hacer cambiar tus convicciones políticas. Ni rindiendo pleitesía al triunfo per se. Es legítimo (además de necesario y elogiable como sentir militante) el confiar en las propias ideas y mantenerlas aunque pierdas por goleada. Lo que estoy criticando acá es a algunos militantes que en vez de preguntarse por qué no pueden sacar más votos o mejorar la oferta propia, dedican sus energías -reacción soberbia si las hay- a despreciar a los votantes de ese distrito.  Incultos, feudales, obtusos: algunas de las cosas que leí esta tarde.
Y tampoco creo que este tipo de actitud sea patrimonio de ninguna fuerza política en especial (aunque pareciera suceder que hay una relación inversamente proporcional entre el porcentaje de votos de "mi" candidato y la sapiencia del pueblo a la hora de votar) e incluso no cedo a la tentación de deschavar aquí iluminismos varios, "vanguardias" anquilosadas, etc. Je. Por el contrario: creo que es un serio déficit de formación política de quien incurre en eso, sea de la ideología o el partido que fuere.

De última, muchachos: si la tienen tan clara mudensé y presentensé a elecciones allá.

2 comentarios:

Flavia dijo...

También hay un desconocimiento horrible de cada realidad provincial. Que intentan ocultar en el desprecio con que se refieren a lo que pasa más allá de su territorio.

PAUL dijo...

Una posibilidad es la de la autocrítica. Sin embargo, creo que cuando los resultados no te acompañan, y siempre y cuando creas en la válidez de tus ideas, es siempre más sano tratar de buscar los mejores medios de persuadir al electorado de las ventajas de tus propuestas que, como hacen muchos, cambiar el discurso para adaptarse a lo que supuestamente la gente está esperando.

En ese sentido, creo que el kirchnerismo ha logrado de manera satisfactoria convencer a más de uno que originalmente se opuso en diversas coyunturas (como la 125) de lo que, para bien o para mal, se creía desde el gobierno. Y esta manera de enfrentar la opinión pública creo que constituye una novedad que resulta bastante interesante, sobre todo porque escapa a la demagogia que la oposicón suele atribuírle al gob nac.