En agradecimiento a Christian Salas, de Telesur, por lo del otro día.
Venía en el Río de la Plata desde mi pueblo. Así que debía ser domingo o lunes, calculo. Cuando estaba subiendo al micro, allá, mi vieja me dijo “cuidate, no hagas boludeces” y justo se cerró la puerta. Me quedé pensando hasta Mar del Tuyú por qué lo había dicho. Por cierto, la radio portátil que le había afanado a mi viejo “para escuchar las noticias” no sirvió de nada arriba del bondi. Más o menos por Conesa me resigné a escuchar algo que no fuera estática o El Espectador de Montevideo y la apagué.
Cuando llegamos a Buenos Aires entramos por Huergo y había embotellamiento. El chofer dijo “ahí pasa algo raro” y dobló para Paseo Colón. Ahí era el edificio de Prefectura y lo raro era que se estaban cagando a tiros.
No me acuerdo mucho qué hice cuando llegué a Retiro. Porque en la película que me quedó en la cabeza la siguiente escena es en el departamento que alquilaba en Bollini y ahí está Ángel y hace calor y tenemos la ventana abierta y la radio prendida que suena muy fuerte (sonaba fuerte porque en ese departamento había hecho un injerto sonoro: el estéreo que tenía en el 3CV antes de venderlo lo había conectado a un parlante y a una fuente/transformador. No tenía televisión y era inmensamente rico en mi orgullosa pobreza de estudiante del interior).
La cosa, decía, es que entonces nos damos cuenta que escuchamos los bombazos. Primero los escuchamos en vivo, entrando por la ventana, y luego, con un segundo de delay, por la radio. Ahí es cuando le pongo pilas nuevas al grabador y le pregunto a Dolja: ¿vamos?
Y fuimos. Ángel porque el año anterior había hecho la colimba y “entendía”. Y yo porque “quería ser periodista”. Y ser periodista, en esos días, era ser cronista de guerra. O sea, piensen un segundo, pongansé en mi lugar, entiendanmé, les pido: tienen una guerra a veinte cuadras ¿y me van a decir que no van? ¿Qué clase de periodistas son, manga de burócratas?
Y dónde fuimos fue a donde sonaban las bombas. Primero entrando por Godoy Cruz hasta atrás del terraplén y ahí de vez en cuando asomábamos la cabeza mirando para el Regimiento Patricios. De tanto en tanto alguno de adentro tiraba un par de tiros, alguno de afuera le respondía con tres. Después me envalentoné, di un rodeo largo, crucé las vías a la altura de Paraguay y me acerqué por Juan B. Justo. En la esquina con Santa Fe había una pinturería y atrás de esa ochava nos refugiábamos. Justo abajo del puente se estacionó un tanque y yo me acordé de El Eternauta. También ahí me acordé de mi vieja diciéndome “no hagas boludeces”. Así que cuando un chaboncito se asomó por la torreta yo apreté play y metí un pique en zigzag hasta llegar justo atrás de uno de los pilares del puente, que estaba pintado de verde y todavía tenía pegado un cartel de Angeloz medio borroneado.
En el camino había tomado una clase express con Dolja, así que cuando vi tres botoncitos plateados le grité mientras me acercaba al tanque, que justo había apagado el motor: “Capitán, capitán!, una declaración, son tropas leales al gobierno constitucional? Va a disparar?” El tipo mi miró con cara de espanto y me contestó. Yo rogué que mi grabador lo hubiera captado y le hice caso.
Al ratito el tanque prendió el motor y empezó a disparar hacia el regimiento. Con calma. Tranquilo. Pum. Pum. Pum. Un par de minutos y otra vez: pum, pum, pum. Desde adentro le tiraban con morteros: paf, paf, paf. Tranquilos, con calma.
Me aburrí enseguida (no podía ver dónde pegaban los bombazos porque estaba tirado en el piso de la calle arriba de una alcantarilla que más abajo tenía el Maldonado), me levanté y volví a dar un rodeo para desembocar en Plaza Italia. Me fui caminando hasta radio La Red, que estaba por Santa Fe y Austria, más o menos, toqué el timbre y dije: tengo grabado la declaración de un tanquista que está bombardeando Patricios, interesa? A los dos minutos estaba en un estudio viendo como el jefe del informativo escuchaba mi cinta. Play. Ruido, jadeos, mi voz diciendo “Capitán, capitán!, una declaración, son tropas leales al gobierno constitucional? Va a disparar?” y otra voz, a lo lejos, pero clara, contestando: “pelotudo, salí de acá, son balas de verdad, te van a poner”. Stop.
“No creo que sirva, pibe. Pero tomá unos mangos, te los ganaste. Yy dejame tu teléfono por cualquier cosa si alguna vez te necesitamos”. No tengo teléfono, respondí, gracias igual.
Fue un 3 de diciembre de 1990. A los pocos días Menem firmaba los indultos y yo me desafiliaba del PJ. Buenos Aires era inmensa y yo salía todas las noches por ahí.
Ahora me doy cuenta que me sentía bastante feliz, iba a ser periodista, en esos tiempos que luego serían tan tristes.
8 comentarios:
Hermoso lo que escribiste, Mendieta.
En tiempos de paz, uno también juega a ser periodista:
http://marianomundophoto.blogspot.com/2010/10/zafra.html
¡Inconsciente!! Pero la cosa es esa ¿no? Ni usté va a dejar de recordar ese día, ni ninguno de los que vivimos lo de Ecuador a través de la cobertura de Christian Salas vamos a olvidarnos.
Buenísima la anécdota.... era una época tan linda en la cual el jefe del informativo te daba plata y no te la pedía....
El sabor agridulce de lo trágico presentado desde un costado tierno rayano en lo hilarante. Una flor en el fango de la vida.
No hagas boludeces te dijo tu mamá. Aprendé Mendieta y no le digas lo mismo a tu hija nunca, porque ella no va entender lo que vos querés decir. Los padres son los que decimos boludeces cuando le decimos eso a nuestros hijos. Todos tenemos que hacer boludeces para dejar de ser boludos. Si no, ¿cómo aprendemos?¿de dónde se aprende sino de los errores? El asunto es que algunos siguen siendo boludos toda la vida. Eso es lo que no tiene explicación.
La sublevación en la que a un colectivo (creo que un 60) lo chocó un tanque TAM. Y nadie hacía nada.
Guau :)
Yo tengo grabado en la mente "¡¿Donde esta Carnota, de Radio Mitre?!" de José de Zer. Cada tanto me lo vuelvo a preguntar.
Se me había pasado preguntarte por esta historia. Me acuerdo que el día del quilombo en Ecuador algo de esto habías dicho en Twitter y cuando estábamos en la Blanquita te iba a preguntar... bue, me olvidé, pero acá está.
Muy linda la historia che. Queremos un Mendieta en libro.
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