02 noviembre 2008

Sueños de los años felices


“But that was just a dream”. Losing my religion. R.E.M.

El colectivo, como todas las madrugadas, pasa a horario. Roberto tiene las monedas justas en el bolsillo y las pone en la máquina. Se sienta al fondo y mientras mira como va amaneciendo por la ventanilla se pone a pensar en sus pibes durmiendo en la habitación por un rato más, hasta ir a la escuela. Cuando baja en la estación sabe que su mujer ya debe estar levantada calentando en el jarro enlozado la leche del desayuno. El tren también pasa en hora, y Roberto se sube en el último vagón con una sonrisa. Hoy depositan el aguinaldo y va a cancelar dos cuotas de la hipoteca. Las últimas dos. También, a la tarde, después de la fábrica, va a cortar el pasto.

Laura cruza la puerta a las siete y cuarto, como desde hace dos años. Lo primero que hace es ir hasta la cocina, donde Juana ya tiene listo el mate con espuma. En las hornallas las ollas de aluminio también calientan leche, que pronto será tomada por los pibes que llegan a la escuela. Laura hoy preparó la clase con más ganas que de costumbre: ayer la titularizaron y sabe que se quedará en el barrio por varios años.

Marcos no da más de sueño, pero todavía le queda una hora de guardia, hasta las ocho. Se toma un café con Inés –en el cuartito que está atrás de los consultorios del Centro de Salud- mientras se dicen: la noche estuvo tranquila a pesar de todo. Marcos, el enfermero, e Inés, la pediatra, tratan de no dormirse charlando sobre dónde van a ser sus vacaciones de este verano.

Gustavo llega corriendo al subte, tarde como siempre. Otra vez va a fichar unos minutos tarde y otra vez va a escuchar los reproches de su jefe. Gustavo lo aguanta porque tiene claro que el laburo ese lo necesita hasta terminar el secundario en la nocturna. Le queda un año. Después lo va a mandar a la mierda, justo el día que termine de comprar las herramientas que necesitan con su amigo Javier para empezar con la empresita de electricidad. Gustavo cierra los ojos y piensa en el nombre que le van a poner y en lo linda que va a quedar la chata ploteada.

Agustina extraña como siempre pero más. Hace ya seis años que está en la ciudad pero sigue soñando con el ruido del viento contra los cerros. Fue moza, cadete, secretaria, desempleada, repartió volantes y vendió seguros. A mitad del año que viene, si se pone las pilas, va a ser arquitecta. Y se va a volver porque quiere construir un barrio de viviendas buenas y baratas del otro lado de la vía, en su pueblo. También porque allá está su novio.

A escribe en su máquina a la medianoche y mira cada tanto los aviones que pasan por el cielo. También mira las estrellas. Escribe que la política es pensar estos sueños sencillos y trabajosos y tratar de que algún día se hagan realidad. A sólo cree en la religión de los pueblos felices y se aferra a sus sueños, estos sueños, cuando no sabe muy bien qué hacer.


8 comentarios:

Anónimo dijo...

Mandieta se sienta, escribe, fuma un pucho, mira el techo, la nostalgia lo invade, le gusta, lo hace sentir humano, muy y mas humano. Prende otro cigarrillo, se escuha musica de fondo, por la ventana entra un vientito dulce, y frio, fuma, sonrie y decide comenzar un post que dice: "El colectivo, como todas las madrugadas, pasa a horario"

Joaquín

Gaviot dijo...

Ahora no necesito soñar con el futuro para ser feliz. Porque ahora te leo. Gracias.

Eva Row dijo...

Bellísimo Mendieta, parece el guión de un corto, lo ví en imágenes.
¿Sabés? hace poco volví a ver "Los compañeros" es película única e irreptible. Cada vez que la vuelvo a ver me intereso por otro aspecto. Esta vez me metí más a ver el personaje de Marcello Mastroiani, el profesor que hacía política e iba escapando de la Policía. Él sí que la tenía clara.
Un abrazo.

Anónimo dijo...

De eso se trata cuando se quiere en serio, no? Aferrarse a los sueños cuando no se sabe muy bien qué hacer o no olvidarlos aunque se desanimen.

Pasaba a saludarte Mendieta, me alegra leer esto.

Marcela.

Anónimo dijo...

Ese objetivo tan modesto. Así calificaba Borges al peronismo. Y en su ironía está la verdad de la sencillez de los sueños, y de cómo la política para ser buena tiene que rendir cuentas con esa modestia.

Ni buena ni mala... dijo...

se me aflojaron los mocos, que lo pario.

Anónimo dijo...

Primera visita a su post Mendieta... los sueños hacen que valga la pena intentar; buscar; luchar y seguir avanzando.Los sueños son el motor de muchas cosas buenas. Siga así.

Anónimo dijo...

Me gusta cuando explota esta faceta narrativa mendieta
saludos
Chinaquerie