El maestro les contó una parábola:
—Un hombre redondo, caramente vestido, se deslizaba bufando por la vereda, después de haberle dicho sin vueltas a su hermana que si no quería tener problemas, mejor ni se le ocurriera reclamar su parte de la herencia, porque el que mantuvo todos estos años a la madre fue él. Iba indignado, pero seguro de su éxito, sin ver que por detrás, un casi joven flaco, horneado por el sol, avanzaba en moto por la mismísima vereda, a gran velocidad, con su alegría de juzgarse todavía atractivo, sus gafas espejadas, su desprecio por las chicas que trabajan en panaderías y su costumbre de conducir por camino de peatones, directamente hacia el talón y la tierna pantorrilla del hombre caro y redondamente vestido.
Los discípulos permanecieron en silencio, mirándolo fijo, hasta que el maestro condescendió:
—Que no todo es batalla entre error y verdad. A veces es choque entre errores.
Ni tanto Mendieta, porque dos errores no necesariamente son equivalente: mientras uno venía caminando como un pelotudo y elucubrando sobre su propio ombligo, el otro venía a toda máquina en la moto, y no se pensaba bajar. Y la máquina la conducía él eh.
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Ladislao
Comparto lo de Ladislao, pero con el agregado que no existe la verdad, sólo lo no falso (Popper si no me equivoco)
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