Hace mucho escribí
esto.
Quiero creer que hay cosas, pequeños instantes, ínfimos, aparentemente intrascendentes, que te cambian la vida así como así. Siempre me acuerdo de la curva cerrada -con el Cristo en la banquina- yendo para Río Cuarto. O la vez que subí en Retiro a un micro que volvía al pueblo y me bajé en Constitución. O cuando me perdí en las montañas de San Juan. O el barrio toba de Rosario.
Iluminaciones. Relámpagos de microscópica sabiduría.
La semana pasada dormí una fantástica siesta en una playa de La Lucila del Mar, con el muelle ahí, de frente a las olas. Cuando desperté ya era otro para siempre.
Todo, bien visto, es un viaje que duerme dentro.
Tal cual, Abelardo, tal cual. Abrazo.
ResponderEliminarPor muchas siestas más...
ResponderEliminarQue divinooo!!!!!!
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